Existen los directores de cine normales, y luego esta el japonés Takashi Miike, un tipo peculiar, capaz de rodar hasta cuatro películas el mismo año, sin que curiosamente, se resienta para nada la calidad normal de sus producciones.

Con un enfoque extremo, que comparte con muchos de sus compatriotas, y con amigos personales como Quentin Tarantino, a Miike le viene de lujo acercarse al terreno de la fantasía, como perfecto catalizador sobre el que desarrollar su imaginario, siempre tendente a historias que propicien su vena destructiva, que en ocasiones, alcanza niveles de máxima espectacularidad.

Ambientada en el futuro 2599, donde la superpoblación de la tierra obliga a encontrar un nuevo planeta, Marte reúne las condiciones ideales para ello, sobre todo desde que a principios del Siglo XXI, se envió una nave colonizadora con musgo y cucarachas, que generó una atmósfera respirable. Solo hay un problema, ahora hay que exterminar a todos los artrópodos, que dominan la superficie del Planeta Rojo.

Manejando con criterio todos los factores para la emoción, que incluso contempla desde su inicio claros homenajes a películas como Blade Runner, Miike acelera el proceso narrativo del film, para casi no dar tregua a un espectador, que recibe, de manera tan atropellada como estimulante, toda la información de una historia que se reserva alguna que otra sorpresa en la manga.

Precisamente, del Manga proviene la base argumental de un trabajo más cercano al anime que a la realidad, sujetada por un solo escenario que finalmente, se hace algo agotador, por la reiteración y el exceso de su peligro constante, que si bien recoge un estilo visual destacado, en el que los efectos especiales y el maquillaje resultan del todo convincentes, también hay que achacar algunas decisiones un tanto excéntricas, que en el fondo, lastran un tanto tan particular propuesta.

Por último, una reflexión, viendo la compleja transformación a la que se somete, ya están tardando en llamar a Miike para rodar un Bola de Dragón decente, en sus manos reside la sabiduría y el entusiasmo para rodar dicha odisea, y eso es quizá lo mejor que se pueda decir de casi todas las películas de su filmografía, en la que Terraformars, ocupa con absoluta naturalidad, su espacio de acomodo en tan bizarro universo.



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