February 18, 2018
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Paul Thomas Anderson se destapa como un minucioso orfebre que, plano a plano, línea a línea, compone una obra grandiosa y profunda. Oscura y luminosa a la vez, percibimos a un mismo tiempo la suavidad de su aguja, con el dolor del pinchazo. A través de los ojos del director, que son los de ellas, vamos conociendo al poliédrico Reynolds Woodcock, un modisto de mediados del siglo veinte, que se encuentra en el punto de inflexión de su carrera y debe decidir qué ser y cómo llegar a serlo.
Como su protagonista, Paul Thomas Anderson escribe, dirige y fotografía todo el proceso, lo acompaña y subraya con una excelente banda sonora, y en el último momento, lo desentraña. Nada escapa a su control y el espectador avanza al ritmo que éste quiere, a través de lo que ve y piensa la joven Alma, conteniendo la tensión con esa finísima hebra que solo un ojo experto puede ver.
Y cuando llegamos al final, exhaustos, comprendemos que el hilo invisible, el hilo fantasma, era él: Paul Thomas Anderson.
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