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Lawrence rating:
8
8.0
13,503
Drama
Tense drama unfolds in a small town after a local bad guy escapes prison, causing everyone to fear what will happen when secret lives come to light.
Language of the review:
- es
February 6, 2006
56 of 58 users found this review helpful
Uno de los cineastas más interesantes y dotados de la industria estadounidense a fines de los años 50 y principios de los 60, Arthur Penn tuvo una carrera irregular que a pesar de sólo incluir 13 largometrajes en 31 años nos dejó algunos títulos clave. Uno de ellos es este excelente drama basado en una novela de Horton Foote, en el que el inteligente guión de Lillian Hellman ayuda a desnudar la intolerancia y el arribismo de un pequeño pueblo sureño que se ve convulsionado con la fuga de la cárcel de un joven convicto que ha marcado las vidas de los protagonistas.
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Spoiler:
Por momentos puede parecer que el tiempo no ha sido clemente con algunas situaciones, diálogos y personajes demasiado estereotipados, que en su afán por exhibir la decadencia, el egoísmo y la violencia que esconden los habitantes del pueblo están muy cerca de la caricatura burda y el trazo grueso. Pero la película aún impacta y conmueve por el nervio con que filma Penn, que logra desarrollar una tensión creciente y una atmósfera claustrofóbica que oprimen y angustian paulatinamente al espectador, que no puede evitar conmoverse por la encrucijada sentimental de los personajes o sentir furia por la actitud de los ciudadanos. En el aspecto visual y sonoro, son vitales la bella fotografía de Joseph La Shelle y la sólida partitura de John Barry, y aunque el montaje de Gene Milford podría haber sido aún más acucioso, de todos modos el sentido del ritmo y la precisión de la narración le permiten a Penn manejar a la perfección el tiempo cinematográfico, alargando algunas escenas de acuerdo a los requerimientos de las emociones de sus personajes o agilizando otras para subrayar el desequilibrio que se va apoderando de la trama. Sin embargo, todos estos méritos no serían nada sin la presencia de uno de los elencos más potentes y atractivos de la época, donde hasta el más pequeño personaje está lleno de detalles que lo hacen más real y creíble (salvo quizás los tres matones que desencadenan la tragedia, y el insoportable viejecito que interpreta Henry Hull), y todos los actores parecen estar en estado de gracia, con particulares menciones al conmovedor millonario que encarna E.G. Marshall, la juvenil belleza y emoción de Jane Fonda y Angie Dickinson, la desgarradora madre que encarna Miriam Hopkins, el pusilánime empleado de banco de Robert Duvall, y por sobre todos un inmenso Brando en uno de sus pocos roles relevantes de esa década, intenso y humano como pocos. El y Penn nos ofrecen uno de los momentos más fuertes e inolvidables de sus respectivas filmografías en la dura y angustiante paliza que le propinan al sheriff, en buena medida el climax de esta cinta que a pesar de los años aún es un buen reflejo de la intolerancia, la incomprensión y la sed de violencia que siempre amenaza con surgir en toda sociedad. Un clásico injustamente subvalorado, cuyo amargo y pesimista final se hace aún más difícil de olvidar que el “happy end” que podrían habernos reservado los productores.