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bottadori rating:
2
6.9
19,509
Thriller. Drama
Everyone said Cassie was a promising young woman… until something abruptly derailed her future. Nothing in Cassie’s life is as it appears: she’s smart, cunning, and living a double life by night. Now, Cassie has a chance to right the wrongs of the past in this thrilling take on revenge.
Language of the review:
- es
December 25, 2021
46 of 80 users found this review helpful
Ni durante los años de la Segunda Guerra Mundial (y entonces cabía cierta explicación) se alcanzó la uniformidad ideológica y el nivel de adoctrinamiento que exhibe el panorama cinematográfico (entre comillas) actual. Descuella el subgénero de la venganza contra hombres; es una especie de “hard core” para progresistas wokies (no confundir con los admirables wookies) A mí, personalmente, siempre me ha intrigado la cuestión del dinero. ¿Y esto quién lo paga?, se preguntaba Josep Pla en Nueva York. ¿Quién paga no solo la producción, sino el óscar, las críticas y hasta la propinilla de las reseñas favorables y los pulgares hacia arriba (o hacia abajo, si hay algún disidente)?
Ya se ha comentado por parte de otros seguidores de esta página el furioso dogmatismo de este film, la culpabilización universal de la figura masculina, que incluye sus buenas dosis de caricatura. También se arremete contra ciertas categorías femeninas, pero desde luego no feministas, como las madres o las figuras de poder que se atienen a la ley. Y en mi opinión lo más destacable ideológicamente es que, como se expone en la escena dentro de la universidad, se contrapone la racionalidad de la presunción de inocencia con el convencimiento emotivo (no racional) de la culpabilidad, y se toma partido por este último: el “yo sí te creo” se eleva a argumento definitivo y la culpabilidad depende de quién denuncie y de a quién se acuse; no de pruebas tangibles, sino de colectivos. La criminalización de ciertos colectivos es consustancial a los totalitarismos: lo mismo ocurrió durante el nazismo con los judíos, o tras el triunfo de la revolución rusa con los propietarios.
Es esto lo que se financia: semillas de totalitarismo… que ya se han convertido en plantas y hasta en bosques.
Antes de pasar al territorio spoiler, y para huir un poco de la solemnidad, señalaría lo siguiente: todos los autores mediocres proyectan sus fantasías en sus filmes, y su éxito depende de que esas fantasías sean compartidas por una cantidad suficiente de público. En el caso del trío de actrices productoras que intervienen aquí (la directora, Margot Robbie, la “todos los planos para mis mohines y mi maquillaje” Carey Mulligan), estoy seguro de que su fantasía no es ajustar cuentas con el varón, para lo que seguramente están perfectamente capacitadas (igual que para quemar cajeros o lanzar adoquines a los escaparates), sino ser alumnas aventajadas en la carrera de Medicina. Tener suficiente cerebro, vamos. Dado que el mundillo del cine está podrido en muchos aspectos, y abundan las denuncias de abuso, podrían ser consecuentes, seguir la senda de su protagonista, dejar su vocación y ponerse a trabajar en una cafetería. Organizar su vendetta desde una barra… Creo que conectarán con esta película los que comparten la fantasía de ser inteligentes, los que admiraron al imposible Will Hunting. Lo dudo mucho en el caso de quienes ya lo son…
Aparte del dogmatismo, la criminalización y las pulsiones totalitarias, hay más. Hay deshonestidad. Y eso queda para el spoiler.
Ya se ha comentado por parte de otros seguidores de esta página el furioso dogmatismo de este film, la culpabilización universal de la figura masculina, que incluye sus buenas dosis de caricatura. También se arremete contra ciertas categorías femeninas, pero desde luego no feministas, como las madres o las figuras de poder que se atienen a la ley. Y en mi opinión lo más destacable ideológicamente es que, como se expone en la escena dentro de la universidad, se contrapone la racionalidad de la presunción de inocencia con el convencimiento emotivo (no racional) de la culpabilidad, y se toma partido por este último: el “yo sí te creo” se eleva a argumento definitivo y la culpabilidad depende de quién denuncie y de a quién se acuse; no de pruebas tangibles, sino de colectivos. La criminalización de ciertos colectivos es consustancial a los totalitarismos: lo mismo ocurrió durante el nazismo con los judíos, o tras el triunfo de la revolución rusa con los propietarios.
Es esto lo que se financia: semillas de totalitarismo… que ya se han convertido en plantas y hasta en bosques.
Antes de pasar al territorio spoiler, y para huir un poco de la solemnidad, señalaría lo siguiente: todos los autores mediocres proyectan sus fantasías en sus filmes, y su éxito depende de que esas fantasías sean compartidas por una cantidad suficiente de público. En el caso del trío de actrices productoras que intervienen aquí (la directora, Margot Robbie, la “todos los planos para mis mohines y mi maquillaje” Carey Mulligan), estoy seguro de que su fantasía no es ajustar cuentas con el varón, para lo que seguramente están perfectamente capacitadas (igual que para quemar cajeros o lanzar adoquines a los escaparates), sino ser alumnas aventajadas en la carrera de Medicina. Tener suficiente cerebro, vamos. Dado que el mundillo del cine está podrido en muchos aspectos, y abundan las denuncias de abuso, podrían ser consecuentes, seguir la senda de su protagonista, dejar su vocación y ponerse a trabajar en una cafetería. Organizar su vendetta desde una barra… Creo que conectarán con esta película los que comparten la fantasía de ser inteligentes, los que admiraron al imposible Will Hunting. Lo dudo mucho en el caso de quienes ya lo son…
Aparte del dogmatismo, la criminalización y las pulsiones totalitarias, hay más. Hay deshonestidad. Y eso queda para el spoiler.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Para denunciar una supuesta lacra heteropatriarcal (ya se sabe que toda revolución necesita sus lacras previas), concretada en este caso en los abusos a mujeres indefensas, en particular dentro de los campus, y para erigir un icono al que reverenciar, se destilan abundantes dosis de deshonestidad. Casi la única habilidad del guion está en lo que esconde para evitar toda mácula a su doctrina:
Se esconde la violencia: Salvo en el caso del mindundi con ínfulas de escritor, al que se atemoriza con una simple mirada severa, no vemos el desenlace de los encuentros con esos hombres que abordan a Cassandra en bares. ¿También son humillados con una mirada severa? ¿U ocurren otras cosas que no se muestran para no ensombrecer la “santidad” de la protagonista? Asimismo, la escena cumbre del film es una especie de reverso de la escena del punzón de Instinto básico… invertida de forma que la protagonista no ensucie sus manos y sea, por el contrario, ella misma la víctima de violencia hasta la muerte. Se pretende ir un paso más allá en la construcción de iconos: no heroína beligerante, sino mártir. Tan superior moralmente que se permite ser magnánima con los arrepentidos (véase el patético abogado que interpreta Alfred Molina).
Se difumina la frontera entre emborracharse (acto voluntario de disminución de la voluntad) y ser drogada con sustancias en la bebida. A efectos penales no es lo mismo, lo segundo deja rastros en el organismo y puede usarse convincentemente como prueba acusadora en un juicio. Pero, en ese caso, el andamiaje argumental se viene abajo. Todas las alusiones al suceso del pasado quedan en una especie de limbo, en un improbable “fue emborrachada”.
Se esconde el lesbianismo: el corazón dividido en dos mitades es una sugerencia clarísima de relación sentimental entre la protagonista y la amiga a la que trata de vengar, un guiño a la L del LGTBI. Pero no se reconoce abiertamente para que el odio al hombre puede universalizarse y no se atribuya en exclusiva a las lesbianas. Y se plantea que la protagonista se puede enamorar del chico del escupitajo… cosa que por supuesto no tiene buen fin, pues hasta los que son capaces de beberse el escupitajo de la mujer que admiran están marcados y son culpables por el hecho de ser hombres.
Aparte de ser un guion ideológicamente teledirigido, incurre en fallos clamorosos: el final no se sostiene, porque se basa (y la sacrificada protagonista es capaz de preverlo) en que el tal Monroe no hace lo razonable tras asfixiar a la protagonista, es decir, denunciar lo ocurrido y alegar defensa propia. Que la madre de los mellizos pierda la consciencia hasta el punto de no saber si fue violada es otra licencia inverosímil. Y aparece un video oportunamente, compartido por muchos pero del cual, convenientemente para la trama, no hubo noticia en la época del suceso, pues lo habría zanjado en favor de la víctima. Claro que, para oportunismo, las esposas que se rompen… Pues, bochornosamente, compartirá lista de guiones oscarizados con Ciudadano Kane, El crepúsculo de los dioses, El apartamento, Esplendor en la hierba, El golpe, Hannah y sus hermanas, Juego de lágrimas, Sospechosos habituales, Fargo, Olvídate de mí, Crash, Pequeña miss Sunshine…
Lo dicho. Yo me bajo. El cine es pieza de museo. De momento nos queda Movistar Clásico.
Se esconde la violencia: Salvo en el caso del mindundi con ínfulas de escritor, al que se atemoriza con una simple mirada severa, no vemos el desenlace de los encuentros con esos hombres que abordan a Cassandra en bares. ¿También son humillados con una mirada severa? ¿U ocurren otras cosas que no se muestran para no ensombrecer la “santidad” de la protagonista? Asimismo, la escena cumbre del film es una especie de reverso de la escena del punzón de Instinto básico… invertida de forma que la protagonista no ensucie sus manos y sea, por el contrario, ella misma la víctima de violencia hasta la muerte. Se pretende ir un paso más allá en la construcción de iconos: no heroína beligerante, sino mártir. Tan superior moralmente que se permite ser magnánima con los arrepentidos (véase el patético abogado que interpreta Alfred Molina).
Se difumina la frontera entre emborracharse (acto voluntario de disminución de la voluntad) y ser drogada con sustancias en la bebida. A efectos penales no es lo mismo, lo segundo deja rastros en el organismo y puede usarse convincentemente como prueba acusadora en un juicio. Pero, en ese caso, el andamiaje argumental se viene abajo. Todas las alusiones al suceso del pasado quedan en una especie de limbo, en un improbable “fue emborrachada”.
Se esconde el lesbianismo: el corazón dividido en dos mitades es una sugerencia clarísima de relación sentimental entre la protagonista y la amiga a la que trata de vengar, un guiño a la L del LGTBI. Pero no se reconoce abiertamente para que el odio al hombre puede universalizarse y no se atribuya en exclusiva a las lesbianas. Y se plantea que la protagonista se puede enamorar del chico del escupitajo… cosa que por supuesto no tiene buen fin, pues hasta los que son capaces de beberse el escupitajo de la mujer que admiran están marcados y son culpables por el hecho de ser hombres.
Aparte de ser un guion ideológicamente teledirigido, incurre en fallos clamorosos: el final no se sostiene, porque se basa (y la sacrificada protagonista es capaz de preverlo) en que el tal Monroe no hace lo razonable tras asfixiar a la protagonista, es decir, denunciar lo ocurrido y alegar defensa propia. Que la madre de los mellizos pierda la consciencia hasta el punto de no saber si fue violada es otra licencia inverosímil. Y aparece un video oportunamente, compartido por muchos pero del cual, convenientemente para la trama, no hubo noticia en la época del suceso, pues lo habría zanjado en favor de la víctima. Claro que, para oportunismo, las esposas que se rompen… Pues, bochornosamente, compartirá lista de guiones oscarizados con Ciudadano Kane, El crepúsculo de los dioses, El apartamento, Esplendor en la hierba, El golpe, Hannah y sus hermanas, Juego de lágrimas, Sospechosos habituales, Fargo, Olvídate de mí, Crash, Pequeña miss Sunshine…
Lo dicho. Yo me bajo. El cine es pieza de museo. De momento nos queda Movistar Clásico.