En una modesta cómoda de su habitación, mi abuela paterna guardaba un precioso cofre. Estaba cerrado con la típica llave antigua de dientes, y la llave siempre iba encima de su dueña, dondequiera que ella fuera. Cuando mi abuela murió, mis padres encontraron el cofre y buscaron por todos lados la llave, pero no la encontraron. Al final no quedo más remedio que forzar la tapa, porque la curiosidad era mayor que el respeto a aquel primoroso objeto tallado. Descubrieron que el cofre no tenia nada de valor económico, solo algunas fotos viejas de familia.

Esta película es como ese cofre de mi abuelita, no significa nada especial, pero a la vez, lo contiene todo. Es un corazón encerrado en un pequeño cofre de un mueble cualquiera, pero dentro está la esencia del verdadero ser humano: el respeto a la dignidad de todos, la sinceridad con uno mismo y el significado de la igualdad y la justicia personal y social.

Lo mejor de este film son unas magníficas interpretaciones que te tocan el corazón con pocos medios, y la alabanza de la vida y el respeto al trabajo y la lucha de los demás. Un par de veces se me saltaron las lágrimas en la cinta, y no soy precisamente un delicado sentimental, pero estas magníficas actrices sacan lo mejor de sí mismas para mayor gloria de la historia, sencilla y cautivadora a la vez. También la ambientación de los años 60 es muy realista y te transporta con acierto a aquel mundo del sur de Estados Unidos donde aun los principios sociales enunciados tras la guerra civil no habían cuajado aun: tuvo que llegar el Dr. King para hacerlos al fin una realidad.

Carne de Óscar, por tanto, y cinta recomendable para visionar con tranquilidad y para meditar en los grandes errores de la historia del ser humano, y en que sus avances sociales nunca tengan una marcha atrás.