Una película con aires retro, con un involuntario aspecto steampunk, con sus remaches y su horno de vapor. Una adaptación de H.G.Wells que, al igual que "El tiempo en sus manos"(1960), se ambienta principalmente en la época victoriana, mientras en la calle estaba en pleno ascenso el movimiento hippie. Un viaje a la luna, sin nada que ver con el de Julio Verne, gracias a una pintura de un metal llamado cavorita que bloquea la fuerza de la gravedad. Tres protagonistas humanos: el científico humanista, encarnado por un Lionel Jeffries que recuerda a José Luis López Vázquez; el caradura interesado, oportunista, embaucador y violento, capaz de empezar a matar la primera vida extraterrestre que encuentran, abusando de su tamaño, muy en la línea de los astronautas descerebrados de "The angry red planet" y, por último la chica enamorada y que debe ser objeto de rescate.

Aunque tarda en arrancar, recordándonos la primera parte a cualquier filme de Disney, a esas amables comedias, empieza a mejorar cuando llegan a la luna, en su exploración y en el descubrimiento de los selenitas, como en los filmes cincuenteros de Roger Corman. Veremos la magia de Ray Harryhausen tanto en los habitantes insectoides como en algunos animales de mayor tamaño. Toda la aventura espacial se disfruta, y entronca con tantos y tantos filmes obsoletos de viajes a planetas desconocidos. Solían escoger a Marte, pero también a planetas y satélites más lejanos y, algunos, miraban por la ventana y decidían que la Luna fuese la visitada.

Colorida fotografía y una fantasía pulp y demodé, pero tremendamente cautivadora.