Tontuna noventera. En esos años William Shatner lanzó una serie de novelas -él daba las ideas, otro las escribía- sobre un futuro próximo y una droga neurológica llamada tek, que permitía acceder a un mundo virtual. Tras la serie de novelas apareció un cómic, un videojuego y se animaron a producir cuatro especiales televisivos y una serie de diecitantos episodios. Hoy en día no se acuerda de Tekwar ni el tato.

Esta tercera entrega tiene un guión de vergüenza ajena, propio de paletos estadounidenses. Es este futuro los ingleses han dado la patada a la monarquía. La familia real vive de exhibir el tesoro de la Corona y ¡la espada Excalibur! A ver... el tesoro será del estado y la espada de Excalibur no existe y si te crees las leyendas artúricas fue devuelta al lago. Todo es así. Gente con nombres de caballeros de la mesa redonda, peleas a espada, un retorno de una monarquía aparentemente por la fuerza, el pueblo deseoso del retorno (¿porqué, si los echaron antes?). Y un final en la Torre de Londres, cerrada al público, con los muebles tapados por sábanas (¿Pero no era patrimonio del estado?) donde se lían a pelear con espadas, mazas y demás utilleria medieval.

La trama es tonta, llena de atajos acomodaticios. Se lleva la palma el taxista, que sabe y sirve para todo. Lleva a los investigadores a un hacker, les activa una bomba, les informa de todo lo que necesitan, sabe donde están todos. Como la Niñera Mágica pero sin granos.

La producción es cara siendo el típico producto noventero con luces azuladas y movimientos de cámara con estética de videoclip. Algo de su tiempo. Un aspecto cyberpunk a lo "Max Headroom"(1985) o a lo "Johnny Mnemonic"(1995), aunque ésta es de un año después. Y es que al final del milenio preocupaba mucho la cibernética aplicada a la vida corriente.

Viendo este guión resulta incomprensible que se rodase otro filme más y que, además, lanzasen una serie.