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griffinjazz rating:
7
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Comedy
In this farcical satire of 60s sexual practices, Warren Beatty is a hairdresser who simply can't resist the women he glamorizes. They can't resist him either, and unfortunately they are all linked somehow. Beatty's freewheeling and funny escapades with three of his lovers culminate in an election night party (Nixon wins) which all three attend, along with another older, richer man who is married to one of Beatty's conspirators, and whom ... [+]
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- es
February 4, 2012
21 of 24 users found this review helpful
Shampoo, de Hal Ashby
Lamentablemente olvidado este desgarrador retrato de la contracultura y del, definitivamente desterrado por inalcanzable, en la América post-bélica de final de los 60s - primeros 70s, sueño americano. “Shampoo” comenzó siendo un proyecto “independiente” del ya desde el principio productor y promotor Warren Baetty, que además fue co-guionista junto con Robert Towne, el gran escritor de “Chinatown” (parece más que lógico pensar que la aportación de Beatty se limitaría a una serie de sugerencias al trabajo de Towne).
La dirección recayó en Hal Ashby, gran amigo de Jack Nicholson tras el rodaje de “The Last Detail” y que influyó en Beatty para que le hiciera el encargo, pese a las sus reticencias iniciales y a la oposición de Towne. De carácter violento e inconformista, además de víctima de numerosas adicciones, Ashby insufló al proyecto la suficiente dosis amargura para que “Shampoo” se haya convertido, junto con otros filmes como “Network” o “El Regreso”, en verdadera crónica generacional de aquella época. Y me paso al spoiler para no destripar.
Lamentablemente olvidado este desgarrador retrato de la contracultura y del, definitivamente desterrado por inalcanzable, en la América post-bélica de final de los 60s - primeros 70s, sueño americano. “Shampoo” comenzó siendo un proyecto “independiente” del ya desde el principio productor y promotor Warren Baetty, que además fue co-guionista junto con Robert Towne, el gran escritor de “Chinatown” (parece más que lógico pensar que la aportación de Beatty se limitaría a una serie de sugerencias al trabajo de Towne).
La dirección recayó en Hal Ashby, gran amigo de Jack Nicholson tras el rodaje de “The Last Detail” y que influyó en Beatty para que le hiciera el encargo, pese a las sus reticencias iniciales y a la oposición de Towne. De carácter violento e inconformista, además de víctima de numerosas adicciones, Ashby insufló al proyecto la suficiente dosis amargura para que “Shampoo” se haya convertido, junto con otros filmes como “Network” o “El Regreso”, en verdadera crónica generacional de aquella época. Y me paso al spoiler para no destripar.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
“Shampoo” gira alrededor del personaje de George, hábil peluquero de Los Ángeles, un loser que aspira a establecerse por su cuenta con su propio negocio, por la que habrían de pasar las damas más atractivas de Los Ángeles para ponerse en sus manos, incapaces de no sucumbir a sus encantos. Así, el destacado reparto femenino del filme, su chica Jill, interpretada por Goldie Hawn, su ex Jackie (Julie Christie), su amante Felicia (Lee Grant) y una muy joven Carrie Fisher, gira alrededor del impertérrito peluquero y del magnate protagonizado por un cínico Jack Warden, esposo de Felicia y amante de Jackie. Me paso al spoiler para no destripar.
Hal Ashby, en tono tragicómico, alterna gags divertidos con un profundo pesimismo, donde las relaciones humanas se ven claramente afectadas por una crisis global, no sólo económica y de identidad, sino de valores, de confianza y de motivación, que retrata a los personajes con escasa esperanza y sin futuro.
Soberbia la escena central de la película, el eje desencadenante del derrumbe de George, la cena con recepción del senador republicano y posterior fiesta lisérgico-psicodélica, donde se suceden los temas de Beatles, Buffalo Springfield y Jimi Hendrix, y donde la traición del incontenible George, en el mismo acto, a Jill y Lester, liándose con Jackie, desemboca un trágico final para sus andanzas. George se desnuda ante Jill contándole su vació moral, su falta de escrúpulos y su ausencia de ambición (de hecho, hasta estudió estilismo por la abundancia de chicas) y pierde con Lester cualquier oportunidad de financiación para su negocio.
Brillante también el paralelismo que hace Towne en su guión acerca de la habilidad de George a la hora de peinar a las chicas y a la hora de practicar el sexo con ellas, como en el caso de la hija de Lester cuando le confiesa que a ella “nunca la han peinado”, a lo que George, presto y raudo, corre a poner remedio demostrando su carencia de escrúpulos. Pero no es George un desalmado, más bien una víctima de las circunstancias cuya única razón de ser y la única fuente de alimentación para su autoestima, es su incontestable éxito sexual.
La escena final, con un patético George implorando a Jackie una oportunidad que llega demasiado tarde, cierra el círculo de un filme, en mi opinión, mucho más interesante de lo que a priori pudiera parecer, y en ciertos aspectos de rabiosa actualidad, no obstante, en todas las épocas de crisis, los lugares comunes se suceden.
Para abundar en todo ello y en los chismorreos del rodaje (se pueden imaginar estando Warren Beatty por medio), recomiendo la visión del excelente documental de Ted Demme, “A Decade Under the Influence”, dedicado a los cineastas de esta década maldita, y la lectura de “Moteros tranquilos, toros salvajes”, de Peter Biskind, dedicado a estos mismos cineastas de esta joven generación; Scorsese, Altman, Bogdanovich, Schrader….
Hal Ashby, en tono tragicómico, alterna gags divertidos con un profundo pesimismo, donde las relaciones humanas se ven claramente afectadas por una crisis global, no sólo económica y de identidad, sino de valores, de confianza y de motivación, que retrata a los personajes con escasa esperanza y sin futuro.
Soberbia la escena central de la película, el eje desencadenante del derrumbe de George, la cena con recepción del senador republicano y posterior fiesta lisérgico-psicodélica, donde se suceden los temas de Beatles, Buffalo Springfield y Jimi Hendrix, y donde la traición del incontenible George, en el mismo acto, a Jill y Lester, liándose con Jackie, desemboca un trágico final para sus andanzas. George se desnuda ante Jill contándole su vació moral, su falta de escrúpulos y su ausencia de ambición (de hecho, hasta estudió estilismo por la abundancia de chicas) y pierde con Lester cualquier oportunidad de financiación para su negocio.
Brillante también el paralelismo que hace Towne en su guión acerca de la habilidad de George a la hora de peinar a las chicas y a la hora de practicar el sexo con ellas, como en el caso de la hija de Lester cuando le confiesa que a ella “nunca la han peinado”, a lo que George, presto y raudo, corre a poner remedio demostrando su carencia de escrúpulos. Pero no es George un desalmado, más bien una víctima de las circunstancias cuya única razón de ser y la única fuente de alimentación para su autoestima, es su incontestable éxito sexual.
La escena final, con un patético George implorando a Jackie una oportunidad que llega demasiado tarde, cierra el círculo de un filme, en mi opinión, mucho más interesante de lo que a priori pudiera parecer, y en ciertos aspectos de rabiosa actualidad, no obstante, en todas las épocas de crisis, los lugares comunes se suceden.
Para abundar en todo ello y en los chismorreos del rodaje (se pueden imaginar estando Warren Beatty por medio), recomiendo la visión del excelente documental de Ted Demme, “A Decade Under the Influence”, dedicado a los cineastas de esta década maldita, y la lectura de “Moteros tranquilos, toros salvajes”, de Peter Biskind, dedicado a estos mismos cineastas de esta joven generación; Scorsese, Altman, Bogdanovich, Schrader….