Retrato generacional de una parte importante de la juventud de la última década del siglo pasado. Más allá de las consideraciones en clave nacional (en este caso, España), se adivina el enorme impacto que tuvieron las políticas neoliberales desatadas —tras la caída del bloque soviético— en el equilibrio mundial. Así, se revierte el contrato social y se condena a una generación de jóvenes a un futuro menos próspero que el de sus predecesores. Sin ideales que perseguir, bombardeados mediáticamente para hacer de ellos un bien de consumo, moldeados con avaricia en seres donde impera el individualismo...

¿La puerta de salida? Una falsa "rebeldía" de exceso hedonista (además de toda clase de sustancias estupefacientes) que desemboca en un nihilismo tan frágil como el cristal que les devuelve su reflejo.

Merece la pena afrontar la visión "grunge" que nos devuelve este espejismo fílmico. Una imagen muy real y actual. Y es que se puede rastrear su malestar en forma de rastro olfativo en la actual generación millennial, como el "aroma adolescente" de aquel verano de 1992, cuando Nirvana aterrizó en Madrid y las cuerdas de la guitarra de Kurt Cobain rasgaron al aire los primeros acordes de "Smells Like Teen Spirit".

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