De animador principal y diseñador de personajes en "Las aventuras de André y Wally B." a director de "Luxo Jr.", "El sueño de Red" y "Tin Toy", John Lasseter se había matado a trabajar por sacar adelante Pixar Animation Studios, consiguiendo dos premios Oscar en un lapso de cinco años. Con "Knick Knack", considero que Lasseter alcanzó su cumbre, sólo igualada -y superada- en Toy Story, estrenada seis años más tarde. Los motivos de su magia, de su chispa, son claros: una entrega sin concesión al gag más hilarante, un homenaje sentido a los clásicos de la comedia animada y unos personajes, o al menos uno, sencillamente brillante. No se dice ni una palabra durante cuatro minutos: como en el cine de Chaplin, de Keaton o de Lloyd, todo son gestos. Gloria silente en formato tridimensional.

El punto de partida era cuanto menos curioso: en una estantería repleta de souvenirs, los recuerdos de zonas tropicales se encuentran juntos, pasando "el rato". Entre ellos hay una preciosa muñeca con una talla de sujetador sobrenatural (de Malibú, para más señas), lo cual llama rápidamente la atención de un hombrecillo de nieve que, al otro lado del estante, vive dentro de una irrompible burbuja de plástico en la que se lee "Alaska". Cuando el hombre de nieve ve a la joven y ésta le saluda, intentará de todas las formas posibles salir de su prisión e ir con ella. El corto muestra sus intentos desesperados por lograrlo, remitiendo a las obras previamente citadas y, especialmente, siendo similar a las fechorías del Coyote de los Looney Toons en sus frustrados intentos por salir airoso de las situaciones. Mejor no mencionada nada del final, ágrio y, aún así, es imposible aguantarse la risa.

Estrenado comercialmente en cines junto a "Buscando a Nemo", Knick Knack fue objeto de censura: la neumática mujer del film del 89 fue convertida en una damisela sin apenas pecho sin ningún motivo real, más allá de no "pervertir" a los infantes. Un detalle tan ridículo como risible, pero bueno... ya sabemos cómo se las gastan en los Estados Unidos. La animación también fue moderadamente mejorada para su estreno en cines, aunque el original del 89 ya presentaba un acabado fantástico en detalles como la nieve o la física dentro de zonas líquidas. Total, otra gozada de Pixar, la más redonda de la primera década en la que operó el estudio y, junto a Toy Story, la cumbre de Lasseter.