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Drama
The film tells the true story of French clown Miloud Oukili from his arrival in Romania in 1992 (three years after the fall of Ceausescu) to his encounter with the street children of Bucharest, known as «boskettari» who live in the streets and sleep in Bucharest's sewers, eking a living out of petty crime, begging, and prostitution. Miloud wants to meet these neglected kids, turned into a quasi-feral state by their tragic past and ... [+]
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- es
July 27, 2017
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Me lo han dicho tantas veces que pienso que es un lugar común. Me refiero a que a los adultos, a muchos, no les gustan los payasos. O les dan miedo. ¿Habrán leído todos a Stephen King? No sé. A mi no me pasa. No me gustan ni me disgustan y no me dan miedo. Será que ya tampoco los entiendo. Tal vez los payasos pertenecen al mundo de los niños. Un mundo muy raro con el que ambos conectan. Los payasos tienen un humor extraño. Un ojo que ríe y otro que llora. Una boca pintada para la carcajada y el llanto. Empiezan llorando y acaban riendo, o al contrario. Da lo mismo, porque hacen equilibrios en una cuerda muy estrechita con unos zapatones muy grandes. Tienen sus propias reglas en las que parece que es muy difícil entrar y, sin embargo, los niños lo consiguen. Se dejan llevar. Porque no hay reglas. Los niños, y los payasos, entran en ese mundo fantástico donde los colores barren al gris y se supera el vértigo y el más difícil todavía es lo único posible. Quiero decir, los payasos y los niños transforman la realidad en su mejor versión. El descampado sigue siendo un descampado y lo difícil sigue siendo difícil pero no imposible.
Miloud es un payaso. Un artista. Un mago. Una de esas personas extravagantes que a muchos adultos les disgustan o les dan miedo. Miloud es un idealista. Quiere cambiar el mundo, no sabe muy bien cómo, pero si por donde y para quién Para los niños de las cloacas de Bucarest, por ejemplo. Y lo hace desde dentro: desde el fondo de las cloacas y desde los tejados para tomar perspectiva. Y desde dentro de cada uno de esos niños. Los artistas, los magos y los payasos trabajan desde dentro de nosotros. Las palomas de sus chisteras salen de los sentimientos comunes, de algo que nos hace llorar y reír a la vez y por las mismas razones que no podríamos explicar. Sin reglas. Como la emoción. Miloud enseña a esos niños, sin palomas ni chisteras, a sacar la cabeza de una bolsa de pegamento y tener confianza en sí mismos y en alguien capaz de luchar por ellos. Les enseña, como es mago, algunas palabras mágicas como “respeto”. Y aprende, como suele pasar, muchas cosas de ellos. Que la realidad, en su peor versión: burócrata, cobarde, mafiosa o salvaje intenta acabar con los que están construyendo su mejor cara: la solidaria, idealista, comprometida y valiente. Que muchas veces lo consigue y gana batallas casi diariamente, pero la voluntad constante de construir lo destruido es infatigable y arrasadora porque trabaja desde dentro, desde la alegría, la confianza, el respeto y la emoción y cuando llega ahí, nadie puede arrancarla. Florece y prospera...
Miloud es un payaso. Un artista. Un mago. Una de esas personas extravagantes que a muchos adultos les disgustan o les dan miedo. Miloud es un idealista. Quiere cambiar el mundo, no sabe muy bien cómo, pero si por donde y para quién Para los niños de las cloacas de Bucarest, por ejemplo. Y lo hace desde dentro: desde el fondo de las cloacas y desde los tejados para tomar perspectiva. Y desde dentro de cada uno de esos niños. Los artistas, los magos y los payasos trabajan desde dentro de nosotros. Las palomas de sus chisteras salen de los sentimientos comunes, de algo que nos hace llorar y reír a la vez y por las mismas razones que no podríamos explicar. Sin reglas. Como la emoción. Miloud enseña a esos niños, sin palomas ni chisteras, a sacar la cabeza de una bolsa de pegamento y tener confianza en sí mismos y en alguien capaz de luchar por ellos. Les enseña, como es mago, algunas palabras mágicas como “respeto”. Y aprende, como suele pasar, muchas cosas de ellos. Que la realidad, en su peor versión: burócrata, cobarde, mafiosa o salvaje intenta acabar con los que están construyendo su mejor cara: la solidaria, idealista, comprometida y valiente. Que muchas veces lo consigue y gana batallas casi diariamente, pero la voluntad constante de construir lo destruido es infatigable y arrasadora porque trabaja desde dentro, desde la alegría, la confianza, el respeto y la emoción y cuando llega ahí, nadie puede arrancarla. Florece y prospera...
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Spoiler:
La película me ha gustado mucho. Me ha dolido también. Los niños no saben de conflictos ni los provocan, pero los sufren. Como todos los inocentes. Es un doble crimen porque sufren y no entienden por qué. El dolor y el desconcierto provoca la desesperanza, la desesperación total. La que hace meter la cabeza en una bolsa de pegamento y no sacarla jamás. Lo bueno es que es muy fácil hacer reaccionar a un niño. Lloran con un ojo y ríen con media boca, siempre dispuestos a dejarse ganar para la alegría y el juego. Para el futuro. Los payasos lo consiguen. ¿Quiénes somos los demás para despreciar uno de los trabajos más hermosos del mundo? Los lugares comunes, como las cloacas, no son sitios decentes para vivir ni para caer. Vivan los payasos. Viva Miloud Oukili. Que no pare Pa-ra-da...