Una corista de cabaret es invitada a cenar por el regente de un pequeño pero importante país centroeuropeo que ha acudido a Londres a la coronación de Jorge V. Nada dispuesta a dejarse conquistar la muchacha poco a poco va viéndose enredada en un doble juego de seducción mientras los acontecimientos políticos se suceden a su alrededor.

Deliciosa comedia en la que Marilyn se muestra como una gran actriz (que le costase más o menos, tras la anécdota de las casi cien repeticiones en una escena de Con faldas y a lo loco, no lo sé, pero el resultado sí queda a la vista), haciendo de algo más que de una rubia tonta (casi arregla la política europea -y de paso mundial- ella solita) en una historia de seducción de ida y vuelta (genial la segunda cena, casi un espejo invertido de la primera) que sinceramente vale la pena.

El universalmente reconocido Sir Laurence Olivier, también director en este caso, casi queda eclipsado por la adorable rubia, no dejando de ser su menos llamativa interpretación toda una lección. Valga como ejemplo el momento en que, ante una de las múltiples meteduras de pata con el protocolo de Marilyn, su fiera mirada de reproche (casi de rabia) se transforma en un instante en una de cariñosa y divertida resignación… sin mover casi un músculo.

Fantásticos también los secundarios como Northbrook, enviado del Foreign Office para hacerle la vida agradable al Gran Duque, y que con su mejor intención no hace más que interrumpir, la despistada (o no tanto) reina madre, y el casi coprotagonista rey menor de edad que se rebela contra su padre el regente, sin olvidar a casi figurantes como el pobre mayordomo o el barbero violinista.

Un ocho.