Tenía 9 años y, siendo un niño, no era del estilo de mis progenitores proporcionarme cine infantil, ni mucho menos asistir a las mágicas salas cinematográficas. Algo que ahora me parece mágico. Esa es la razón por la que nunca vi esta película con los ojos de un niño. Ahora, a mi edad, tengo un ojo adulto y adulterado por el paso de los años. No obstante, a pesar de que abandoné el cine infantil hace muchos años, aunque volví recientemente, he de decir que esta obra ha sido respetada enormemente por el paso de los años. Ya han pasado 25 años, y ahí sigue, fresca como el primer día.

Del argumento, me parece notable el enlace de los libros en la historia. Que de ella se resalte tanto su belleza, como su gusto por leer, es algo que impacta a esta retina del siglo XXI, tiempo de tablets y videogames. Es de recibo reconocer que la escena de la imponente biblioteca es la mejor de mi repertorio.

Por otra parte, el origen de la historia, la dicotomía entre bella (Belle, nombre francés que coincide en español, pero no así en inglés, siendo beauty) y bestia, es la moraleja que hemos heredado de los viejos cuentos populares griegos que pasaron por las manos barnizadoras de Perrault.

Creo que esta película fue un punto y aparte en la factoría Disney: peli al año más banda sonora, era todo un clásico. Luego vinieron el Rey León, Aladdin, Cinderella… Y ahora estamos por Frozen, otro nivel. Pero veremos si le respeta el paso del tiempo como a esta maravillosa cinta.