Burt Lancaster trabajó en un circo, y por esto solía hacer la mayoría de las tomas arriesgadas de sus películas. Aquí hace un derroche de capacidades a cual más inverosímil, siendo el Robin Hood de un pueblo sometido al conquistador. Es popular entre su gente y vive con el estigma de que su mujer se haya ido con otro, con el invasor, ni más ni menos… Como si la mujer de Puigdemont se hubiera ido con Pedro Sánchez. Y él en Waterloo… Con su niño, al que le muestra, cara a cara, sin tapujos, quién es esa madre que se ha ido con el fulano por la pasta, renunciando a la honra y a las amistades.

La película es una comedia de aventuras. El cartón piedra de interiores compensa las escenas en exteriores en Bronson Canyon, California. Dardo es un galán que atrae a todas las mujeres, creíble. Y la sobrina del Halcón parece que le hace ojitos… Se verá.

La escena bien explicada del ahorcamiento es audaz, así como todas las piruetas que estos señores nos brindan sin parar. ¡VIVA EL CIRCO!