Por fin cayó en mis brazos y tuve un momento para poder visualizar este clásico de los musicales. Muy a mi pesar, no me gustó en absoluto, lo cual no coarta la posibilidad de barnizar positividades en el resultado final de la obra.

Nicole Kidman es una diosa de la escena (imprescindible visionar Dogville) y el colorido de la escena es supremo. Pero no consigo entender la blasfemia que se hace con la música actual en una historia ambientada en el Montmartre del siglo XIX, principios del XX. Hay que besar el suelo que enamoró a Picasso y Ramón Gayá, entre otros, en aquellas calles esplendorosas de Parigi.

Con los años, cuando uno al final da con las películas que han bombardeado su vida, sin haberlas visto, uno desface ciertos mitos que quedaron ensartados en la tupida piel de la telaraña del tiempo idealizado. Hoy, sin embargo, puedo dar mi opinión al respecto, diciendo con firmeza que no disfrute en absoluto de la obra que cortó la cinta del recién inaugurado siglo actual: “vule bu que sé a de muá, sesuá?”