No en todas las películas las suma de las partes conforma el todo. Son muchas en donde la fotografia, la música, el telón de fondo donde se desarrollan son solo excusas, elementos que se han de incorporar pero quedan desasociados; elementos, nada más.
Con Pelo malo es difícil elegir entre la trama principal y aquello que en forma de escenografía nos va mostrando. La realidad de hace total y plena cuando los dos elementos se entrelazan en las historias.

Un niño luchando por ser quien es, una madre que lo quiere, que le cuesta soportarlo, logrando la cinta trasmitir la irritación por cada una de sus acciones y de vuelta un niño que solo desea que su madre le quiera. Todo en una Venezuela chavista que no se desvela de manera frontal, sino que se entrevé en la vida diaria de sus protagonistas, que no se convierte en intención panfletaria de crítica, sino que es solamente mostrada (aún posiblemente partidista) dejando sabor a honestidad, a realidad. A esa ventana donde espiar la realidad de la que el mejor cine tiene el aroma y la habilidad.