Todas las películas de Ridley Scott son, como mínimo, una buena forma de pasar un buen rato. Ha hecho películas que son consideradas como obras maestras y otras más flojas, como es este caso. En "Red de mentiras" parece que vuelve al camino que tomó con "Black Hawk", en el sentido de que se fija de nuevo en las andanzas de Estados Unidos por el resto del mundo. Aunque en "Black Hawk" el posicionamiento del director es más que dudoso y el único mérito de la película es la acción y los efectos, en "Red de mentiras" pretende dejar en evidencia la falta de escrúpulos y la prepotencia con la que los norteamericanos actúan en Oriente Medio, y por extensión en todo el mundo.
Pero el guión chirría justo en ese punto, porque no cuadra ni haciendo palanca que de repente el espía de turno recapacite al conocer a una morita guapa y se de cuenta de los excesos que la CIA comete, cuando él mismo es un agente de primera línea y se ha cargado a muchas personas sin demasiadas justificaciones (más que las que recibe de Russell Crowe siempre con su pinganillo). DiCaprio representa al que se lo piensa dos veces y dice "qué mal está esto, yo paso", y el otro dice "qué mal está esto pero me la suda y además tiene que ser así", pretendiendo crear una contraposición entre lo que sería la cara siniestra de Estados Unidos y la cara bonita. Es demasiado simple, demasiado fácil, como la novela en la que se basa, que debe de ser un thriller de los típicos de espionaje y una americanada que no va a ningún lado, con las escenas de violencia y de amor de turno, aunque no peguen ni de coña.
Pues eso, entretenimiento y acción, y en lo demás, casi hasta pretenciosa. La ves, te entretienes. Yo me quedo con el actor éste que sale en "Revólver" y en "RocknRolla": cojonudo, ése sí que no falla, el tío.