"A GHOST STORY" es extraordinariamente fiel al espíritu de la historia original de Virginia Woolf, "Una casa encantada", a la que rinde un bonito homenaje. Aunque el argumento haya sido versionado con libertad, ambas historias hablan de lo mismo. Tanto en el cuento como en la película la importancia de los silencios y los susurros, de los cambios de luz sobre los actos cotidianos, de los planos estáticos, la poesía de las imágenes y el ritmo pausado se impone a cualquier conversación en voz alta y cualquier amago de acción. Aquí lo que nos conmueve es la tristísima soledad de unos fantasmas que ya no pueden cambiar nada y a los que sólo les queda aguardar a que lleguen por fin aquellos a quienes siguen esperando. Inmóviles y perdidos, enfermos de nostalgia, tan cerca de nosotros en esas casas que habitan en silencio mientras sujetan su rabia y su desconsuelo ante la invasión de desconocidos. La pena que transmiten desde el interior de sus sábanas es tan viva como el amor que un día sintieron, tan real como los recuerdos que todas las paredes esconden. Porque, en el fondo, toda historia de fantasmas es siempre una historia de amor.