El protagonista sufre en sus carnes un inquietante acoso y derribo, debido a una suposición sin ningún tipo de pruebas.
Todos acechan, señalan con el dedo agravando más la situación profundizando en el confuso caos de la víctima. Aquí no existe la presunción de inocencia, las informaciones falsas van y vienen, perdiendo el personaje todo tipo de vínculos con sus propios amigos y la sociedad.
La única manera de salir del bucle pesadillesco que se presenta, sería perder el control, sin embargo, mantiene la entereza creando una doble moral porque la verdad puede ser tan simple que nadie quiere creerla.
La locura colectiva se presenta en los adultos, dejando sin respuesta a los más pequeños.
Mikkelsen desprende ese agobio interno que siente por el ruido externo, la crueldad del que dirán, la mentira y la culpabilidad.
Durante toda la historia tienes la sensación de que puede ocurrir algo más, pero nunca llega en su tramposo último acto.