Esta es la historia de un director que firmaba películas muy de tarde en tarde, pensándose muy bien sus proyectos, amasándolos, cocinándolos a fuego lento y con atención. También es la historia de un director que un buen día se dio cuenta de que con la fama que tenía podía filmar películas con más asiduidad aunque apenas tuvieran contenido. Es la historia de Terrence Malick.

Esa, hasta ahora desconocida, facilidad para rodar hace que Malick se empeñe en hacer películas pretenciosas, que intentan calar con cada frase de un exiguo guión. Cada apunte de diálogo debe ser una losa sobre las conciencias de los espectadores, que a esas alturas ha desconectado esperando un final que evoque una emoción.

Pero "To the wonder" no tiene ni siquiera un fondo con el que quedarse, y sus frases sueltas, sacadas de un mal libro de autoayuda, solo son una parte de una hermosa burbuja reluciente por fuera y absolutamente vacía por dentro. Esta fachada es de la que se sirve Malick para vender sus últimos productos, infumables teorías sobre la condición humana y sus miserias existenciales.

El reparto, perdido en una actuación sin mensaje, sin rumbo, deslabazada, apenas tienen algo a lo que agarrarse para construir sus personajes. Affleck (mudo por obligación, no por convicción), Kurylenko (bailarina frustrada, compone uno de los personajes más descolocados), o los efímeros Bardem y McAdams son títeres que han perdido sus cuerdas y que deambulan por el limbo de la interpretación.

Banal, caótica y pretenciosa, solo tengo que decirte, Malick, que creo no haber entendido tu película. Y si, la fotografía es excelente, pero hay demasiados viajes pendientes por hacer para disfrutar de sus paisajes, y también hay demasiadas películas durante un año como para tener ganas de ver un próximo proyecto. ¿Debería uno volver a verla para captar algo diferente? Quizás, es posible. ¿Lo hará? Probablemente no.