Entrando muy despacio en la historia es como podemos disfrutar de este ejercicio de cine nuevo, templado, basado en las culpas humanas, en este caso, dentro de una comunidad menonita donde los pecados, los pensamientos en otras personas fuera de tu familia están condenados al fracaso, empapados de culpa. Pero el sentimiento sigue, continúa dentro del protagonista como algo que le carcome por dentro. Es una lucha sin cuartel consigo mismo. Y ¿cómo lo hace Reygadas?. Como en Batalla en el cielo, provocando al espectador para que éste piense, se inmiscuya en la historia, tome partido. Y Reygadas sabe utilizar las imágenes exraordinarias, los encuadres perfectos para demostrar muchas cosas de los personajes: el amanecer y el atardecer, el coche abandonado al lado de la carretera, el sollozo desconsolado de la mujer, la mirada de los hijos, los comportamientos de los que rodean al protagonista…son elementos decisivos para incorporar a tu percepción el mundo que Reygadas ha utilizado para transmitirnos una, al fin y al cabo, inmensa historia de amor.