El Padrino. Parte II de Francis Ford Coppola, es un drama basado en la mafia de los años 50, y en sus comienzos a principios de siglo, considerada justamente un film de culto. Dirigida con un ritmo pausado y tranquilo, no tiene prisas en crear la trama, y es audaz y arrojada por continuar una historia insuperable. De nuevo propia y subjetiva, es intachable, portentosa y magistral, con una realización excepcional y gloriosa, y una definición arrolladora y eclipsante.
La fotografía, es alusiva y rica en matices, con una inteligente mezcla en el uso del color y la luz, y desde luego cautivadora e inspiradora en sus imágenes, que calan con acierto en el público. Y la música, es sensacional e inolvidable, con los sonidos de la cinta anterior que son alarmantes, penetrantes y estimulantes, que vuelven a ser inolvidables y atractivos, y desde luego sugerentes y turbadores en todos los aspectos, creando una atmósfera inigualable.
Las actuaciones, son inverosímiles, puras y brillantes. Con Al Pacino con personalidad propia e impetuosidad fría y calculadora, y Robert De Niro oscarizado por un soberbio y deslumbrante papel. Y de nuevo, estupendas e impecables actuaciones de Diane Keaton, Robert Duvall, John Cazale y Talia Shire, y nuevas y acertadas interpretaciones de Michael V. Gazzo, Lee Strasberg, Marianna Hill y Bruno Kirby, llamando la atención el pequeño papel que realiza un desconocido Danny Aiello. Todos con vestuarios y caracterizaciones elegantes, impecables y típicos de capos mafiosos y sugerentes a la época en cuestión, estéticamente elaborados en una gran dirección artística.
El guion, escrito por el mismo director junto con Mario Puzzo, y basado en la novela de este último, es una continuación de la cinta anterior. Atractivo y provocador como pocos, y argumentado de modo incitador y enardecedor, siendo increíble y extraordinario por llegar con profundidad al público. Y empleando de nuevo una narrativa respetuosa e insidiosa, típicas de la mafia, y desde luego impoluta y bien usada.
Para concluir, cabe resaltar también, el montaje inteligente y efectivo con gran uso del flash-back para ponernos en situación y explicar el comienzo de la familia Corleone. Unos efectos estremecedores que exaltan la violencia en la misma línea que la anterior. Y unos planos y movimientos de cámara que usa el reconocimiento, travellings, avanti y retroceso y planos generales lentos y majestuosos, además de lúcidos y excepcionales.
En definitiva, la considero una cinta imperecedera e indispensable en el séptimo arte, por ser un clásico irrepetible excelente y soberbio, además de inmensa y descomunal. Necesaria y recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, vestuarios y caracterizaciones, efectos y narrativa que sin duda, hacen de ella no solo una cinta con 6 oscars, sino una de las mejores obras de la historia del cine, y un clásico film de culto, que al igual que su predecesora, gana por años cada vez más incondicionales.