Fuimos al cine en plena vorágine adolescente toda la pandilla a ver esa película que era tan famosa con Bruce Willis. Justo en aquella temporada en la que el señor Willis empezó a dejar de hacer películas de tiros, tacos y puñetazos y empezó a hacer bobadas de diferente índole que solo sirvieron para dañar esa imagen de tío duro de Hollywood que tantas junglas de cristal le costó conseguir.

De aquella época tan prescindible que tuvo el señor Willis, está, El sexto sentido es la única que posiblemente se salve de la quema, y no precisamente porque sea una gran película. Tan solo es una película normal, de sobresaltos y con un final que intenta dar la sorpresa pero se queda en agua de borrajas.

Todo a mitad de camino. Toda la intencionalidad del film es forzada, como con ganas de más. Todo cojo, como si cada escena necesitase una explicación. Tan solo el giro final, lo más cuidado de toda la película, es perfecto. Shyamalan ha hecho toda una película para enseñarnos lo bonito y ocurrente que puede ser un final. Que lo merece, pero un final no hace una película. Descuidarse en todo lo demás le pasa mucha factura, y a día de hoy, toda la fascinación que provocó El sexto sentido se ha perdido en el pozo más inmundo de la memoria colectiva.