Es una película donde la arrolladora interpretación de un personaje creado para lucirse solo se ensombrece por la calidad de una ambientación existencial, de un 'locus' vivo y representativo. Sbaraglia se mimetiza, da alma a un ser que, perturbador en su actitud, certero en sus gestos y abigarrado en su fondo no deja más que sensación agria en el espectador, sensación de alejarse lo más posible de un ser que a pesar de su impecable forma posee el gen de la maldad y se recrea en el de una forma sublime. El paisaje es el gran personaje de esta película, que con sus soledades y ambientes inculca en sus habitantes ese hedor sin fin de finalización de resistencia moral, imprime ese carácter dejado sin atisbo de moralidad ni decencia. Esa nauseabunda sensación hace que las secuencias abrumadoras y sofocantes creen la sensación de thriller, esa sensación de drama sureño que acompañado por su banda sonora es el ausente presente que da calidad a la película. Un guion que alarga el tempo para focalizarlo en ese actuar sosegado y meticulosamente pensado de los protagonistas.