La habilidad del director es solo similar a unas muñecas rusas. Su gran juego de piruetas encierra una sorpresa tras otra. Formalmente este documental nos enseña con tono amable un tema fresco, intenso y con visos de espectáculo. Su historia o trama principal pivota sobre la intensidad y el asombro. Pero el guion nos depara apasionantes y agudas sorpresas, gratas e intensas para el espectador. Subyace entre las grietas que se van abriendo, otra historia más negra, más oscura y tenebrosa que hace sentir al espectador la misma incredulidad que sus protagonistas. La realidad tiene muchas aristas, pero cada ángulo de visión puede perturbar cada imagen, cada sentido hasta ese momento esperado. Nos deleita Tim Wardle con una fabulosa e ingeniosa obra de diseminación intencionada de la información. Cuan camino de baldosas amarillas lo recorremos sin saber que cada losa es una miguitas estratégicamente colocada... para guiarnos hasta la casita de chocolate, esta vez más lúgubre y sombría. Esa siniestra realidad es la que no conocían sus protagonistas. Entusiasta es el tempo de la trama principal. Confluyente hasta hacer sentir que coexistimos con sus protagonistas y llegamos a puerto juntos. Hábil e inteligente forma de hacer crecer la empatía del espectador.