Todo se basa en el ritmo, la pasión y el odio, eso que nos mueve en el día a día. Un ritmo que te atrapa, que maneja los tempos del film, que nos da los contrastes a las sensaciones. La pasión, que nos enciende la llama, que nos empatiza con el protagonista, o en este caso el afectado. El odio, que nos corroe, nos enfurece, y en el fondo... ¿nos mueve?. Suficientemente abierta para pensar que lo malo, ¿no es lo malo?... juego de órdagos para el espectador, un vaivén de sensaciones que clavan, perpetúan y enmudecen... Un duelo interpretativo, una gota fría que recorre el guión erizando lo más primario: la vista, el oído y el corazón.