Clásico del género western dirigido por George B. Seitz en 1940. La película sigue la historia del mítico Kit Carson, del cual personaje se hacían cortos y series en mi infancia por su valentía y heroicidad en los territorios hostiles de shoshones y otros.

Pues bien, Carson, a regañadientes y sólo seducido por una bella dama, acepta guiar a un grupo de colonos a través del territorio indio de California, acompañadp de militares americanos.

En esa travesía, vemos cómo Carson se ha de enfrentar al capitán Fremont, enamorado de la misma mujer que él, y a las emboscadas indias que ponen en peligro las vidas del grupo. Por cierto, en pocas pelis del género se ven tantos y tan ágiles indios.

La película destaca por su originalidad al diversificar las miniaventuras de manera inesperada pero contundente y en forma sorprendente para regocijo del espectador.

Aunque hay acción a raudales, también se toma tiempo para el intimismo y la reflexión. Hay interesantes intercambios entre los personajes e incluso sustanciosas escenas de amor.

George B. Seitz aprovecha tanto los espacios abiertos como los cerrados para crear una experiencia visual cautivadora con ríos, montañas nevadas o desfiladeros peligrosos.

Los diálogos son acertados, y algunos incluso critican al estamento militar. Jon Hall interpreta a un Carson simpático, audaz y valeroso, que utiliza más su ingenio que su revólver. Además, el prolífico Ward Bond y el joven Dana Andrews también hacen un buen trabajo en sus respectivos papeles.

Para sorpresa mía, la peli se hace cargo de todo un triángulo amoroso, con Carson incluido, y lo más sorprendente, consentido y todos felices. Será porque los tres participantes son personajes de gran candidez y simpatía. Así y todo, es sorprendente para la época que el final de la peli nos obsequie con este regalito.

En suma, estamos ante un western espléndido que combina acción, reflexión y personajes memorables. Es una obra para quienes, como yo, gustan de las películas del salvaje oeste.