El director Antonio Mercero, director de fama en nuestro cine y en este año de 1981 con un largo recorrido fílmico en su haber, realiza con el mismo equipo de guionistas de la serie de televisión: Verano azul (Mercero, Horacio Valcárcel, José Ángel Rodero), aunque en esta ocasión la historia que presentan es una comedia dramática y testimonial sobre la familia. Tanto la dirección como el guión no resultan en absoluto brillantes, aunque no hay que negar que cumple con su función de dar testimonio de aquellos casos en que los jóvenes acababan yéndose de casa con desigual y por lo común mala fortuna en aquellos difíciles años en los que hacía poco que habíamos dejado atrás la dictadura, cuando nuevas posibilidades parecían abrirse ante nuestros ojos. Respetable la música de L. Gómez Escolar y Honorio Herrero, y pasable la fotografía de José Luis Alcaine.

Uno de los platos fuertes del film es el reparto con un Alfredo Landa en plena forma que sabe poner energía y bien hacer actoral. Lola Herrera está estupenda y con una vis dramática propiamente de la gran actriz que es. Muy bien Carmen de la Maza. Un gran Agustín González, en los minutos que le tocan como personaje del mundo del espectáculo. Alberto Delgado como hijo díscolo hace un buen trabajo. Cristina Marcos habría podido dar más, resultando en su rol bastante inexpresiva.

La película tuvo un presupuesto cercano a los cuarenta millones de pesetas. Antonio Mercero, que contaba entonces con 46 años, quería construir un film testimonial, para reflejar un aspecto de la realidad familiar y social española del momento. El director traslada al celuloide la crisis de la familia española y el enfrentamiento de padres e hijos.

Mercero calificaría su película como una comedía en tono dramático, ya que el inicial tono costumbrista y amable se convierte en un final fatal y abierto.

Realiza Mercero con desigual fortuna, un acercamiento afectivo y cotidiano a algunos de los problemas que afectaban a la familia del postfranquismo, en concreto de los años ochenta.