Kirk Douglas, en una soberbia actuación, compone a un personaje histórico, el esclavo Espartacus que se rebeló contra Roma y logró la adhesión de numerosos hombres privados de su libertad, en estado de servidumbre. Destaca por su aplomo, su mesura, su gravedad y la convicción moral y psicológica que imprime al líder del estallido. En la antigua Roma, donde los esclavos estaban reducidos al nivel de cosas -jurídicamente- evidentemente sufrirían distintos tipos de abusos. Puede recordarse en literatura el Satiricón de Petronio, donde el dueño de una mansión que ofrece un banquete -el rico Trimalción- dice insistentemente a uno de los esclavos encargados de una parrilla: ¡Trincha, trincha!. Y la humorada consiste, justamente, en que al siervo simultáneamente se le está indicando que trinche la carne y se lo está llamando por su nombre (Trincha, evidentemente, dado por la función que se le encomendó). En fin, pero lo cierto que el caso de Espartaco excede lo meramente literario, ya que se trata de una persona de carne y hueso que fomentó y dirigió una insurrección contra Roma. Volviendo a la película, también retrata correctamente a un mercader ambicioso y codicioso el recordado actor Peter Ustinov (Léntulo Batitato) con esa expresión ligeramente perversa que lo caracterizaba. Más allá de lo actoral, el ritmo narrativo es correcto, la reconstrucción de época parece acertada y resulta recomendable, un verdadero clásico.