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Lucien rating:
8
7.0
79,487
Language of the review:
- es
March 16, 2010
4 of 4 users found this review helpful
Si por algo se puede definir de manera genérica el cine de Ang Lee es por la recurrencia de ciertos motivos o tratamientos. En su cine siempre el conflicto viene marcado desde dentro, es una escisión insalvable entre la realidad y el deseo. Si una película viene a ejemplificar esto esa es Brokeback Mountain. Pero hay más. Su cine viene caracterizado por una doble fascinación: la admiración por el paisaje, la fascinación por la complejidad, agresividad, cobardía o amor en los seres humanos. En este film, Lee consigue plasmar esa doble veneración de una manera notable.
La montaña no es solo un espacio físico, sino también un emplazamiento quimérico y abstracto que viene a representar el espacio del sueño posible. Lee, bien asesorado por su director de fotografía, consigue plasmar esto con poesía y sensibilidad.
Asimismo, hay otro elemento logrado en el film, la idea de un amor cuya explicación escapa a las palabras, al razonamiento lógico. De este modo se aman Del Mar y Twist. Sin duda, la magnífica interpretación de Ledger y Gyllenhall ayuda a la credibilidad de una pasión pocas veces vista en pantalla grande. A su talento como actores cabe añadir una característica no perceptible en la versión doblada: ambos clavan el acento americano del Midwest. Viendo a los actores hablar en otros filmes uno se queda asombrado de cómo han logrado plasmar los rasgos del personaje incluso en el habla. Sencillamente asombroso.
A pesar de lo dicho, la película no alcanza la categoría de clásico por una cuestión elemental: Lee es un director intuitivo al que parece faltarle formación clásica. Habiendo visto estos días a Huston, Wilder o Kurosawa, uno echa de menos el encuadre perfecto. En ellos, todo fotograma parece necesario y significativo. Podemos detener la película en un punto y descubrir que sólo así se podía haber plasmado esa escena. En Lee parece que la cámara estuviera en cualquier lugar, no parece haber lógica entre planos. Asimismo, tampoco hay una cerrada coherencia de relato en el desarrollo estructural de la historia. Aún así, hablamos de una película brillante, diferente, íntima. Una película que retrata como pocas las fascinaciones de Lee.
La montaña no es solo un espacio físico, sino también un emplazamiento quimérico y abstracto que viene a representar el espacio del sueño posible. Lee, bien asesorado por su director de fotografía, consigue plasmar esto con poesía y sensibilidad.
Asimismo, hay otro elemento logrado en el film, la idea de un amor cuya explicación escapa a las palabras, al razonamiento lógico. De este modo se aman Del Mar y Twist. Sin duda, la magnífica interpretación de Ledger y Gyllenhall ayuda a la credibilidad de una pasión pocas veces vista en pantalla grande. A su talento como actores cabe añadir una característica no perceptible en la versión doblada: ambos clavan el acento americano del Midwest. Viendo a los actores hablar en otros filmes uno se queda asombrado de cómo han logrado plasmar los rasgos del personaje incluso en el habla. Sencillamente asombroso.
A pesar de lo dicho, la película no alcanza la categoría de clásico por una cuestión elemental: Lee es un director intuitivo al que parece faltarle formación clásica. Habiendo visto estos días a Huston, Wilder o Kurosawa, uno echa de menos el encuadre perfecto. En ellos, todo fotograma parece necesario y significativo. Podemos detener la película en un punto y descubrir que sólo así se podía haber plasmado esa escena. En Lee parece que la cámara estuviera en cualquier lugar, no parece haber lógica entre planos. Asimismo, tampoco hay una cerrada coherencia de relato en el desarrollo estructural de la historia. Aún así, hablamos de una película brillante, diferente, íntima. Una película que retrata como pocas las fascinaciones de Lee.