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Spain Spain · K-PAX
PROT rating:
7
Mystery. Drama The Famous Belgian detective Hercule Poirot boards the Orient Express, and one of the passengers requests his protection. The next day the passenger is found dead in his compartment, and Poirot is determined to atone for his failure by solving the case. The train becomes stuck in the snow, giving him about an hour to figure out the murderer's identity before losing track of the suspects. During his investigation, Poirot discovers that ... [+]
Language of the review:
  • es
December 18, 2008
14 of 16 users found this review helpful
Los guionistas de las películas basadas en los libros de Agatha Christie suelen tener casi siempre la sartén por el mango. Quiero decir que para el guionista encargado de transladar lo escrito por la Reina del Crimen al papel tiene que ser relativamente sencillo adaptar o esconder frases, giros, expresiones o escenas enteras de manera que el resultado final no deje de parecer sorprendente y atractivo a los ojos del espectador entusiasmado.
Es, por usar de otro símil, como el oficio del equilibrista cuya vida se protege con una red perfectamente acondicionada.
Son alucinantes los repartos de aquellas películas, es verdad. Tanto es así que si uno se pone a sumar óscars o nominaciones a los óscars de los intérpretes de las películas basadas en los libros de Agatha Christie casi pudiera llegar entre unos y otras al medio centenar, pero, no obstante, las actuaciones de todos esos monstruos del Cine, en cualquier caso con la excepción honrosa de alguno de los más monstruosos de entre los monstruos, resultan pobres y, hasta cierto punto, divertidas, como si ellos mismos se hubieran tomado su cometido en esos supuestos como un juego jacarandoso.
El juego de EL ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS es algo interesante. Es interesante, y notable, la caracterización de Albert Finney -a quien envejecieron casi treinta años-, que tuvo que fingir una papada de troglodita. Son interesantes los continuos guiños que esos guionistas de la sartén por el mango le compusieron al maestro Hitchcock intercalándolos en las apariciones de Anthony Perkins, es interesante comprobar lo guapísima que ha sido siempre Lauren Bacall, lo bien que le sientan las patillas de ballenero de Nantucket a Sean Connery, lo que disfrutaba de su profesión Sir John Gielgud o lo mucho de lo que tenían por qué maravillarse los elegidos que, en el momento de mayor expansión del Orient Express, el tren, tuvieron la fortuna de atravesar Europa en sus lujosos departamentos.
El desenlace también es interesante, si se soslayan algunos malabarismos necesarios y se evita al típico indeseable que, como en mi caso, una remota noche de verano de los gastados e irrepetibles años ochenta, me vino a explicar con toda su gracia quién se había cepillado al interfecto.
Y hubo que jorobarse, con todo el trabajo que habían puesto los guionistas en sus sartenes...
PROT
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