De entrada, antes de pararme a valorar los posibles defectos u otras virtudes en una obra la mencionada cualidad es la que más celebro.
Diría que es una película con nervio (se lo imprime la mala baba con la que el canallesco Hugo Silva, -por cierto, hasta la fecha su trabajo con el que más he disfrutado,- deambula por la vida), rodada con intensidad, cuya única pecata (minuta en este caso) es que logra hacerse repetitiva en algunos compases.
Megan Montaner. Está espléndida. De entrada es como si no convenciera del todo, su personaje es extraño y poco acostumbrado. Pero te sorprendes como en el transcurso de una película tan corta pasas a encontrar a su personaje atractivo e incluso muy coherente. Sus diálogos con Hugo Silva están muy logrados. En general me parece una película inteligente, con mucho que ofrecer y que no trata de tomar al público por idiota. La crítica especializada se pone de acuerdo en declarar que el final tumba el filme, pues yo lo he encontrado de lo más vibrante. La simbiosis perfecta entre lo interesante y lo bueno.
Spoiler:
El final es feliz, que nuevamente consigue convertir un cuadrado en círculo por arte de magia delante de las narices del crítico espectador. Me asombra la facilidad con la que en repetidas ocasiones el cine logra con un sencillo encaje de bolillos transformar la infinidad de problemas deprimentes e imposibles de resolver en la mayor de las oasis de la felicidad mundana. ¿Será cierto que ser feliz en realidad no es tan complicado?