Yo no entiendo esta película. A lo mejor es que mi mente no da para mucho, pero de verdad que no entiendo qué nos ha contado Stephen Frears, ni por qué, ni para qué. Sólo he visto escenas con apenas coherencia, diálogos sin fundamento, personajes que no son creíbles (y se presentan como tales...) y un hilo argumental falto de toda emoción, contundencia y sentido.

Tampoco entiendo que la película dure dos horas para contar una no-historia (porque que nadie se engañe: esta película no tiene historia...) que no interesa lo más mínimo. No entiendo por qué se llama «Los timadores», cuando lo que menos importa son los timos. Y ni mucho menos entiendo una trama en la que lo más importante es..., enfin, no sé qué es lo más importante: si la vida de la madre con trastorno bipolar, la del hijo con complejo de Edipo o la de la novia estúpida. Vaya personajes... y vaya forma de actuar cada uno de ellos. Quien se lo crea, allá él.

Eso sí, estoy dispuesta a perdonárselo todo, absolutamente todo, sólo por la presencia de John Cusack. Y no por él en concreto sino por el vestuario que luce durante toda la película. Se nota que es el año 90, porque se respira la elegancia y la masculinidad en cada modelito que lleva. Un auténtico placer que permite un mínimo de concentración en la pantalla. De hecho, mi nota se debe prácticamente a Cusack y sus gafas de sol; Cusack y sus trajes oscuros; Cusack y las camisetas blancas; Cusack y su peinado con gomina... y así sucesivamente.

Si es que la moda ya no es lo que era... Aprovecho para animar a los diseñadores a que incorporen las tendencias de la década pasada para vestir a los hombres. La sociedad lo agradecería y el cine también.

El resto de la película es totalmente prescindible.