Vamos a lo que vamos: vaya peste de final de serie. No voy a hacer spoilers, tranquilos, así que solo diré que el drama está muy bien pero que no por ello hay que ponerse dramáticos en todas y cada una de las obras de ficción que se hagan. No es necesario meterle dedos en los ojos al personal para ver si salen los lagrimones o, en su defecto, se ganan puntos por dramatismo de cara a la crítica especializada.

«El Príncipe» ha sido un fenómeno televisivo que, afortunadamente, no ha cedido a las mieles del éxito y ha sabido cortar y terminar sin estirar una trama que ha dado de sí todo lo que podía dar, puede que más. Desde luego, es una serie mejorable en muchos aspectos técnicos y creativos, pero creo que donde se ha descalabrado bastante es en las interpretaciones.

A Rubén Cortada y a Álex González se les perdona todo porque son guapos a rabiar, eso es una evidencia que hasta los más críticos tienen que reconocer, y aunque lo de guapos pero sin talento es un argumento que se esgrime contra «El Príncipe», en mi opinión ambos consiguen salvar sus papeles en una clara progresión que va de peor a mejor a medida que la serie avanza. La exótica y bella Hiba Abouk tiene limitaciones interpretativas que casi estamos dispuestos a olvidar cuando la miras a los ojos y pone esa carita de pena tan característica. José Coronado está en su salsa y algunos más como Thaïs Blume, Elia Galera o Carla Díaz no desentonan. Stany Coppet juega con la ventaja de que es a mi parecer su personaje de Khaled el más interesante de toda la serie y el auténtico motor de la historia, quitándole protagonismo y planos al narcotraficante Faruq, que parecía que se iba a comer el mundo y sin embargo llega a desaparecer del guión, e incluso al mismísimo héroe Morey.

El resto de secundarios y terciarios son de pena en su mayoría, y ahí no hay excusa ni atractivo posible que justifique semejante falta de profesionalidad en una serie que tiene las intenciones de ser tomada en serio. Por supuesto, incluyo entre lo peor de lo peor a Jesús Castro, que aparece en la historia todavía no sé con qué propósito y dan ganas de reventar el televisor cada vez que habla.

Con todo, se puede ver.