Una composición austera, una panorámica de la playa de Iwo Jima y la cámara escudriñando los rincones de la isla. Así nos sirve Clint Eastwood su última propuesta, un sólido y veraz retrato sobre la lucha que mantuvieron los soldados japoneses en Iwo Jima. Sobre el honor, la lealtad y el aplomo con el que tomaban sus decisiones. Sobre los recuerdos y la memoria que plasmaron en papel de su puño y letra. Y, en especial, sobre el coraje y la valentía que mostraron en el campo de batalla.

Todo ello lo trabaja Eastwood con mano de maestro, añadiendo a lo largo del vivo retrato ofrecido magníficos flashbacks, a cada cual más acertado, que realzan los hechos que pretende dar a conocer el realizador de "Banderas de nuestros padres" o fundamentan algunos de los acontecimientos que han llevado a los soldados a estar sobre el campo de batalla (especialmente brillante el flashback del general Kuribayashi en la cena, y el diálogo que se da en él). También contiene cierto simbolismo, manifestado a través de algunos enseres que se dan a conocer en ella o de ciertas secuencias que nos indican lo arraigados que estaban a ellos algunos de los soldados (*).

Probablemente, su tramo inicial sea harto lento, aunque venga acompañado de una magnífica presentación de personajes, además de introducirnos con gran esmero en los hechos que se estaban aconteciendo y dotarnos de una ligera idea de como se vivian aquellos momentos y qué sentimientos se reflejaban tras todo aquello.
Acto seguido, el film despega definitivamente, y nos hace partícipes del ímpetu de un pueblo que haría todo lo posible para defender su nación, incluso perder la vida dejando atrás cuantos seres queridos les estuviesen esperando.

A todo ello, se le une una fotografía soberbia, cuya trabajadísima y apagada gama de color remarca la amargura y la crudeza de aquellos momentos que, si cabe, serían más recordados por el valor de una nación que otra cosa.
Esta vez no se ha quedado a medias el señor Eastwood, que remata con uno de los finales más bellos que servidor haya podido observar en mucho tiempo. Indispensable, por mostrar la valía de un pueblo, y por resultar tan noble y comprometida.