La noche es virgen. Un mundo perfecto. Peter Cushing siempre lo hacía. Una temporada en el infierno.
No puede comenzar mejor con la conversación entre el policía y el tendero sobre un el mongolo (se supone que definitivo non plus ultra, una idea platónica, el arquetipo, la esencia misma del retrasado mental, nada se puede hacer con él), juerga, guasa (sobre todo teniendo en cuenta que se da de patadas, hossana, con la represiva mirada inquisitoria puritana del mayflower que nos amarga/asola hoy día y a la que le saldría sarpullido si la contemplara escuchara -a ver si hay huevos-, extrema derecha dicen, ya de paso lo comentamos, digresiones hacemos como caramelos regalamos, y vivo me descojono, que va a llegar, como el milenarismo, que viene, que viene, comentan, amenazan, asustan, indican, y claro que sí, de hecho, está aquí ya, hace un buen rato que llegó, para quedarse, y en verdad no hay otra cosa, todo el mundo está dirigido por, sí, la extrema derecha protestante anglosajona integrista calvinista luterana disfrazada fiera, hasta la extrema izquierda es una sucursal de ella, su hija tonta útil bien pagá satisfecha, las brujas de Salem, los nuevos inquisidores, la negación de la mierda, el kitsch es el nuevo dios, que nos ahoga mientras nos pisa, y además mucho peor que nunca porque llegan con su doctrina basura a toda hostia a toda prisa a todos los sitios a cualquier esquina, solo hay que encender la tele un momento, un nanosegundo, ver un periódico, escuchar a un tertuliano por llamarle algo, político, cantante, deportista, cualquier chipichandri o mindundi arrastrado o paniaguado la lata dando, cualquier empresa boyante del ibex 35, para ver cómo repiten rezan como robots todos al unísono el mismo estribillo, palabra por palabra, a la meca, mirando, el catecismo, los renacidos cristianos, la buena nueva, como loros, la invasión de los ladrones de cuerpos, en cualquier rincón del globo a la misma hora, sin jet lag, sincronizados, contratados, siervos, esclavos, hipnotizados, no hay salida, estos vampiros sí que dan gran miedo, los mismos mantras una y otra vez hasta el infinito, teocracia feroz compulsiva, a las pruebas me remito, hace nada en Madrid se celebró la Semana Santa y aquí no pasa nada, la pascua, con sus procesiones y sus estampitas y sus iconos y beatificaciones y toda la programación audiovisual dedicada como con Franco, lo tienen en un altar, qué tiempos, cómo lo le añoran en la distancia aman y recuerdan y homenajean constantemente al menda, la fe del carbonero, cómo siguen sus pasos o ejemplo, su senda o recogen el guante de su valioso legado a todo este respecto, de misa y comunión diaria, son estos, flujo y reflujo, la paca siempre manda, nunca pierde, gana, por goleada, militancia, así estamos o hemos quedado, para vestir santos, da igual a donde vayas o pazcas que allí te alcanzan con sus sermones y moralejas, cantinela, soflama, diatriba, perorata, soliloquio, la chapa, nadie escapa, de la onda expansiva, irradia, aguanta, o revienta).
Y se juntan dos familias y viento en popa conviven en santa paz y armonía, lo pasan pipa, están llenos de sucedidos y aventuras. Que viva. El gran hurra. El último. Gracias. Bravatas. Barrabasadas. Pullas. Dimes y diretes. Juegos verbales. Reflexiones pistonudas. Iluminaciones. Imaginación. Cruce de caminos. Cachondeo. Sarcasmo. Alusiones. Casi perfecta hasta ese último tramo de hora un cuarto y un poco de aliens y gente que explota por los aires lleno, pero el epílogo me gusta, bien se cierra.
El eterno tema de México como el infierno en la tierra para los gringos (gringo viejo). Eutanasia. Matadero. Moridero. Final del camino. Pasar al otro lado. La barca de Caronte. La laguna Estigia. Corazón de las tinieblas. Donde de repente los yanquis despiertan de su sueño de propaganda inmaculada pureza inmunidad religiosa y se dan por fin cuenta de cómo es o funciona la realidad real, al pan pan, esa fantasmagoría que desesperada y brutalmente tratan de negar todos los segundos de su existencia a través de todos los medios películas libros programas series noticieros y toda la pesca un interminable etcétera, sin perdón, en aluvión, también los nuestros, lacayos de los suyos, a sus órdenes.