De aires líricos y contemplativos, pero de alma morbosa y estrepitosa, esta película solo en la parte final justifica su buena fama, todo lo anterior es un atolondrado recorrido por la más burda manipulación narrativa en aras de exacerbar varios de los sentimientos más fáciles y primarios, dícese, por ejemplo, del escándalo (ante todo tipo de injusticia) y la pena (al, inevitablemente, si no eres un mal nacido, identificarte con el protagonista y sentir compasión por él). Sentimientos a flor de piel que todo el mundo tiene y que se muere por sacar a pasear e incluso hasta lucir con esmero si se tercia o hace falta.
Tres partes y tres actores para un mismo dolor. Una madre fallida y un hijo roto. Alrededor, unos compañeros de colegio espantosos (la peor parte de la historia, con momentos vergonzosos*), un colega más misericordioso y unos padres putativos (Juan el cubano y Teresa la bondadosa) que compensan un tanto su desastroso entorno familiar.
La historia es tópica, muy conocida, solo en la forma más ambiciosa y en un elemento más novedoso** se desvía de la consabida norma.
Ya digo, flojea, se arrastra buena parte del metraje y solo al final*** (media hora más o menos) se detiene, sosiega y elige la ambigüedad morosa, la complejidad más hermosa.