Las moscas, las políticas de/contra los insectos que soñaron ser hombre y despertaron, no salen en las películas, están vedadas, vetadas, clausuradas, del paraíso expulsadas, injusticia, tenía que llegar Cronenberg, el mago, o Neumann, antes, para poner las cosas en orden, para darlas su merecido sitio. Di no a la insectofobia, este manifiesto firma, dona.
Es una buena película, la primaveral piscina del plasma, brillante, bien escrita; comienza como chorra simpática serie b y crece hasta alcanzar excelsas cotas de inteligente humor cínico absurdo ahíto para desembocar en un final solo aproximadamente convencional. Pero el cachondeo procaz a la par que elegante está siempre presente y eso la pone muy por encima de la inmensa mayoría.
Somos en verdad y en resumen no más que un simple error, constante, un malentendido, perenne, un chusco equívoco y esto es lo que pasa con Brundle, que deriva o se desgañita, que justo cuando más alto llega, el cielo con las yemas de los dedos toca, es un superhombre, un dios, Prometeo, Ícaro, más bajo está cayendo, se confunden el clímax o éxtasis o cénit con el principio fatalista definitivo del acabose, la caídita de Roma, el descenso a los infiernos, no somos nada, la ley cabrona de la gravedad, el tiempo que todo lo pudre.
La transformación kafkiana, o lo/la que sea, no tiene sentido si es para dejarlo todo tal cual, tiene que introducirse algún cambio perturbador, desliz atroz, en la ecuación, para eso está, la mosca, el mal, nuestra parte golosa, azúcar, más animal, la corrupción sin disimulos ni máscaras o ambages, descarada/desatada/desnuda, a las claras, la martingala, a la cara, en vivo y en directo, periodista tenía que ser, con ella llegó la plaga y el escándalo, es un escándalo, la perdición de los hombres, la putrefacción abrupta abyecta, expuesta, en canal abierta, el vómito no tan seco, sino más bien líquido, como la vida misma, diluida, por el sumidero, la huida.
Gusto sibarita exquisito por el gore y lo desagradable, pero de, más o menos, alto copete, gourmet, grumete, por la provocación, pero como a la distancia que da la tanta gracia, la socarronería manda.
Hasta tiene un parte o salida de picos pardos en la noche más aciaga como de Terminator en la ciénaga, de bares, esa viñeta que lo parte, el brazo, el sexual escarceo.
Y los pelos de la burra, al trigo.