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Ferdydurke rating:
2
5.3
12,898
Drama. Horror. Thriller
American seminary student Michael Kovak (Colin O'Donoghue) is reluctantly enrolled in a new exorcism course at a Vatican-affiliated university in Italy that teaches priests how to distinguish between a genuine possession and mental illness. While there, Michael meets an unorthodox priest, Father Lucas (Anthony Hopkins), who teaches him about the darker side of his faith.
Language of the review:
- es
July 1, 2015
3 of 3 users found this review helpful
Un mulo rojinegro y tardo; oscuro, pesado y ridículo.
Una película infame.
¿Pero cómo pueden crear un diablo tan aburrido y triste, tan tópico y desganado, con unos clientes tan de medio pelo? ¿Pero ya no respetan nada, ni el mal más perfecto se lo toman mínimamente en serio estos bellacos?
Pese a su elegancia visual, el relato es tan simple y trillado que no tiene ningún interés. Además está estirado sin motivo, demasiados minutos para decir nada.
¿Ciencia o fe? Sí, de eso supuestamente va. Pero en verdad no. Se ve venir a la legua que nos va a caer encima una apoteosis clerical, un alegato meapilas e infumable en el que los clérigos son nada menos que héroes de acción del bendito copón, atormentados y pundonorosos, todo valor y desgarro, transformados en Indianas Jones de pacotilla, como si llevaran diez años sin dormir y todo fuera la pesadilla de un sapo escondido en una almohada traicionera, embarazada de perversión infantil.
Peor que una homilía en un chiringuito de playa al romper el sol, ahí lo dejo y no me arrepiento.
Una película infame.
¿Pero cómo pueden crear un diablo tan aburrido y triste, tan tópico y desganado, con unos clientes tan de medio pelo? ¿Pero ya no respetan nada, ni el mal más perfecto se lo toman mínimamente en serio estos bellacos?
Pese a su elegancia visual, el relato es tan simple y trillado que no tiene ningún interés. Además está estirado sin motivo, demasiados minutos para decir nada.
¿Ciencia o fe? Sí, de eso supuestamente va. Pero en verdad no. Se ve venir a la legua que nos va a caer encima una apoteosis clerical, un alegato meapilas e infumable en el que los clérigos son nada menos que héroes de acción del bendito copón, atormentados y pundonorosos, todo valor y desgarro, transformados en Indianas Jones de pacotilla, como si llevaran diez años sin dormir y todo fuera la pesadilla de un sapo escondido en una almohada traicionera, embarazada de perversión infantil.
Peor que una homilía en un chiringuito de playa al romper el sol, ahí lo dejo y no me arrepiento.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
La parte final, de tan mala, hace risa.
Hopkins remedando patéticamente sus maldades pueriles como Hannibal e imitando a "El exorcista" sin escrúpulos, como millones antes y después; las simpáticas obscenidades del pobre diablo de turno repetidas sin piedad (harto debe andar nuestro querido y admirado Lucifer, su Satáica majestad, de tanto cacaculpedopis, cual borrego adolescente saturado de porno manso y rutinario, cuando en la antigüedad, no tan lejana, se le tenía por un tipo culto y exquisito, viajado y hábil negociante, de reconocido gran gusto y carácter independiente. Hasta el mismo Dios estoy completamente seguro de que se avergüenza de la degradación clamorosa de su eterno compañero de juegos y guerra, que ya ni le sirve el pobre para nada, ni como sparring ni como fullero entretenido, cero absoluto, solo una pura bazofia. De ahí que ande el mundo tan mal si nos cargamos al enemigo de tanto aburrirle e imaginarle como un zangolotino sin hervir y solo dejamos como su representación a este imbécil mendaz que reproduce el cine con tanto ahínco, del que solo se puede esperar miseria gruesa, destrucción a espuertas y mediocridad infinita).
El chico protagonista, el tal Collin que pasaba por allí, es, como bien le recriminan, un "muermo" de cuerpo entero, sin especias ni colorantes, a lo bruto. La novieta, de la estirpe Braga, puesta por el ayuntamiento, ni un triste arrumaco a lo Pájaro Espino que echarnos a las carnes o las mientes nos regala la muy siesa, solo empeño y castidad (para qué, buena mujer, si los gusanos te han de comer).
Una siesta que sestea, boqueando, entre tedio formulario de género, teología de tebeo, sustos de cartón piedra, exorcismos disléxicos y contorsiones de adefesio.
Y, para colmo, por si no teníamos suficiente, mientras intentábamos negar lo visto, nos vienen a decir que estos personajes tan imposibles y ridículos, tan marionetas sin hilos, los muy mamarrachos y felones son "reales" como los tomates y andan por ahí salvando almas a diestro y siniestro, ¿¡de verdad de la buena!?, miles de exorcismos todos los años se calzan los cabrones, a calzón quitado y sin descanso. Para qué quieres más, Santo Tomás.
Por otra parte, una cosa debemos tener clara antes de terminara la fiesta, por obvia, y es que esta cosa llamada película va directa al infierno, sin frenos, toda la eternidad la tendrán que ver sus malvados responsables. Para que la próxima vez por lo menos se lo piensen un poco antes de tirarse de cabeza al negro pozo.
Hopkins remedando patéticamente sus maldades pueriles como Hannibal e imitando a "El exorcista" sin escrúpulos, como millones antes y después; las simpáticas obscenidades del pobre diablo de turno repetidas sin piedad (harto debe andar nuestro querido y admirado Lucifer, su Satáica majestad, de tanto cacaculpedopis, cual borrego adolescente saturado de porno manso y rutinario, cuando en la antigüedad, no tan lejana, se le tenía por un tipo culto y exquisito, viajado y hábil negociante, de reconocido gran gusto y carácter independiente. Hasta el mismo Dios estoy completamente seguro de que se avergüenza de la degradación clamorosa de su eterno compañero de juegos y guerra, que ya ni le sirve el pobre para nada, ni como sparring ni como fullero entretenido, cero absoluto, solo una pura bazofia. De ahí que ande el mundo tan mal si nos cargamos al enemigo de tanto aburrirle e imaginarle como un zangolotino sin hervir y solo dejamos como su representación a este imbécil mendaz que reproduce el cine con tanto ahínco, del que solo se puede esperar miseria gruesa, destrucción a espuertas y mediocridad infinita).
El chico protagonista, el tal Collin que pasaba por allí, es, como bien le recriminan, un "muermo" de cuerpo entero, sin especias ni colorantes, a lo bruto. La novieta, de la estirpe Braga, puesta por el ayuntamiento, ni un triste arrumaco a lo Pájaro Espino que echarnos a las carnes o las mientes nos regala la muy siesa, solo empeño y castidad (para qué, buena mujer, si los gusanos te han de comer).
Una siesta que sestea, boqueando, entre tedio formulario de género, teología de tebeo, sustos de cartón piedra, exorcismos disléxicos y contorsiones de adefesio.
Y, para colmo, por si no teníamos suficiente, mientras intentábamos negar lo visto, nos vienen a decir que estos personajes tan imposibles y ridículos, tan marionetas sin hilos, los muy mamarrachos y felones son "reales" como los tomates y andan por ahí salvando almas a diestro y siniestro, ¿¡de verdad de la buena!?, miles de exorcismos todos los años se calzan los cabrones, a calzón quitado y sin descanso. Para qué quieres más, Santo Tomás.
Por otra parte, una cosa debemos tener clara antes de terminara la fiesta, por obvia, y es que esta cosa llamada película va directa al infierno, sin frenos, toda la eternidad la tendrán que ver sus malvados responsables. Para que la próxima vez por lo menos se lo piensen un poco antes de tirarse de cabeza al negro pozo.