Todos en esta vida nos construimos, más grande o más pequeño, nuestro particular muro para refugiarnos y protegernos de ese enemigo implacable que nunca deja de acosarnos: nosotros mismos. Este cuento metafórico obviamente inspirado en Poe ("El Cuervo" y "El corazón delator" están presentes), es la antítesis de la otra entrega que este pasado 2017 nos ofreció el estadounidense Doug Liman junto con la muy recomendable "Barry Seal: el traficante". 
Una pequeña pieza introspectiva minimalista revestida falsamente de cine bélico que no termina de funcionar en ninguna de sus facetas. Liman mantiene las formas y se las arregla para que la tensión por el desenlace se mantenga los suficiente. Es en los diálogos donde la cosa flojea y le falta poesía y hondura para que el espíritu de Poe se pose en ella. La respuesta final a las preguntas del soldado se encuentra inevitablemente en la palabra que reitera ese alado y oscuro visitante inesperado en nuestras noches de invierno: "Jamás".

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