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Spain Spain · Somewhere over the rainbow
iñaki rating:
7
Drama 'Sansho Dayu' reaches back to a Japanese folk tale of the 12th century to depict the barbarism of a dark age, when people didn't know how to be human. When a provincial governor's attempts to protect the rights of regional farmers clash with the goals of the feudal regime, he's sent into exile, and forced to leave his family behind. A few years later his wife and children begin a long journey to reunite with him, only to be waylaid be ... [+]
Language of the review:
  • es
April 8, 2014
4 of 4 users found this review helpful
Japón es un pueblo admirable. Su entorno geográfico puede calificarse como hostil: diseminado en numerosas islas de costas recortadas y de orografía escarpada, pobladas de bosques o desnudas, y sometido a frecuentes terremotos y tsunamis. A pesar de ello, han desarrollado una original civilización con una refinada estética. Sus edificios de madera, más resistentes a los terremotos, proporcionarón pautas estéticas y espaciales a los arquitectos occidentales del racionalismo. El conocimiento de las estampas japonesas (en las que no se usaba la perspectiva) en la Europa de finales del XIX supuso una renovación en las concepciones espaciales de la pintura occidental. El refinamiento de sus objetos de uso sigue siendo modélico para el diseño actual. Pero, ¿habeis visto alguna vez una silla en una película histórica japonesa?
En el abrupto paisaje japonés, sin grandes espacios abiertos, estás obligado a mirar de arriba abajo o viceversa. En los depurados interiores japoneses, en los que no existen las sillas, los japoneses se sientan sobre sus talones (me duelen las piernas sólo de pensarlo). Es obvio que no pueden tener el mismo punto de vista que los occidentales. Y ese punto de vista es el que proporciona al cine clásico japonés su inconfundible impronta: la singular belleza de sus encuadres sesgados.
Por contra, la música tradicional japonesa apenas ha calado en la cultura occidental. Y lo mismo puede decirse de sus danzas y de su teatro. Reconocemos su refinamiento, pero nos emocionan escasamente. La cadencia de la narración está más en consonancia con estas tradiciones y el tempo se ralentiza (por ejemplo, largo plano de dos piedras circulares semienterradas en la tierra; yo me pregunto: "¿y esto?" y antes de que termine el plano digo: "una elipsis"). Además, el modo de interpretar de los actores puede resultarnos chocante. El caso es que no termina de llegar la emoción.
Una cosa por la otra. La belleza de las imágenes me resulta más emotiva que el indudable dramatismo de la narración, que (salvo contadas secuencias) no me conmueve. Ya se que Mizoguchi no tiene la culpa. Soy yo, que no tengo el día.
iñaki
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