Ójala hubiera más a menudo sorpresas tan agradables como esta. Dentro del páramo vergonzante que es la industria de Hollywood en la actualidad, se percibe en esta película cierto cariño y una gran dignidad cinematográfica. Por supuesto, se trata de una precuela concebida para ganar dinero, pero la falta de originalidad de la que parte el proyecto se ve compensada por un guión sólido, unos efectos especiales pertinentes (¡por fin!) y una dirección sobria. Y es que los simios virtuales son el gran acierto de este producto, destacando el chimpancé protagonista con Andy Serkis tras la máscara que, así es la vida, se come con patatas a un flojísimo James Franco. No esperen grandes escenas de acción porque ese no es el objetivo: es más bien dar un marco conceptual coherente a un escenario en el que los simios adquieren inteligencia y en el que los humanos son diezmados. Por tanto, salvo un final más movido (muy bien planteado, por cierto), la narración se debate entre el thriller científico y el drama carcelario, con momentos muy inspirados interpretados indefectiblemente por monos o por John Lithgow. En definitiva, con mucha diferencia el blockbuster de más calidad de los últimos tiempos.