Un nuevo ejemplo, primoroso, de por qué no deben traducirse los títulos de las películas: aparte de que Chantaje en Broadway sugiere cine convencional, rozando lo intrascendente, acaba completamente con toda la ironía, todo el negro sarcasmo que esconde The sweet smell of success. Y es que, amigos, esta película deja en el paladar el sabor agrio del vómito tras una noche de jazz, alcohol y derrota, pero volveríamos a hacerlo una y otra vez porque es sencillamente magnífica. El marco es el Manhattan de los años cincuenta, un entorno áspero en el que se intenta superar la sordidez a duras penas y en el que se mueven tanto hombres íntegros como depredadores. Esto es precisamente lo que nos narra MacEndrick sin ningún tipo de piedad ni asidero con el que empatizar, dando rienda suelta a uno de los duelos interpretativos más eléctricos que recuerdo. Lancaster y Curtis están terroríficos y nos regalan una serie de escenas en las que se demuestra que la violencia no ha de ser solo física; es precisamente esta contención lo que hace que en ocasiones la tensión sea sencillamente insoportable entre ambos. En definitiva, magnífico cine negro para disfrutar sin contemplaciones en penumbra con un copazo.