La gente encargada de traer a occidente películas asiáticas, no duda que el género gore ya tiene público aficionado y decide que deben ser importadas para su consumo; Tailandia es uno de esos países productores de películas que mezclan las escenas de violencia física y explicita con fenómenos paranormales relacionados con la práctica de la brujería. Los argumentos utilizados en muchas ocasiones son tan débiles, que son mero pretexto para desatar las escenas de tortura características del género.

Esas escenas perturbadoras y olvidadas de toda sutileza hacen del Arte del Diablo una película gore, que conforma una de tantas abocadas al género, sin la búsqueda del reconocimiento y si para servir al morbo de quienes estuvimos dispuestos a ver poco más de noventa minutos llenos de sadismo y crueldad. Sería un error generalizar, pero a la fecha el cine originario de este país es escogido con solo esta tendencia; a mi parecer este tipo de productos jamás encontrarán una presea digna del reconocimiento general.

Aficionados al terror gore podrán fusilar esta crítica, pero tampoco podrán negar que los móviles de los practicantes de la perversidad en estas cintas, la mayoría no sustenta con argumentos sólidos su proceder.