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Coleccionista Visual rating:
4
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- es
January 3, 2015
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Tercer intento de parte de su servidor por disfrutar una cinta del Sr. Eimbcke, a quien la crítica le favorece con premios y buenos comentarios a partir de sus entregas previas, que hoy supongo el espectador común seguramente ni las recuerda o bien ni siquiera las toma como un referente del cine acerca del paso de la niñez a la pubertad. Mi percepción de cada una de las producciones del cineasta no son nada alentadoras, gracias a que en todo momento se perciben con mucha pretensión y aunque esta nueva es más virtuosa, no deja de llevar ese sello característico.
Una fotografía opaca de blancos isabelinos es en primera instancia algo que visualmente no se disfruta; por momentos contemplativa y cuando se piensa que el dinamismo encuentra lugar dentro del metraje se da uno cuenta que la conclusión se encuentra cercana; sin música de fondo, el aburrimiento de la tercia se contagia; lunares, espinillas, espaldas, bloqueadores y masturbación tienen sus planos secuencia indiscutiblemente. La experimentada María Reneé Prudencio a la cabeza en cuanto a interpretación, los jóvenes adhoc de lo que el director supongo marca, no me dan en absoluto indicios de actuaciones memorables.
Todo está dado para suponer que la excesiva confianza de madre e hijo tiene una ruptura momentánea, con la llegada de una tercera en discordia y no le permita a la madre asimilar que las relaciones cambian con el paso del tiempo, que los intereses por realizar muchas actividades juntos tienen su fecha de caducidad. Un guión que por momentos parece excesivo, mas si uno comienza a suponer cómo son las madres solteras con sus hijos, no es del todo descabellado que haya cierto gusto por criticarse el traje de baño o bien exprimir espinillas para matar el ocio.
Con con todo y argumento una vez más me pensaría una recomendación de Club Sándwich con sabor más rancio que a delicia dadas las condiciones con que relata su anecdota. Cine de autor más para la egoteca, que para el legado filmográfico en la mente del colectivo.
Una fotografía opaca de blancos isabelinos es en primera instancia algo que visualmente no se disfruta; por momentos contemplativa y cuando se piensa que el dinamismo encuentra lugar dentro del metraje se da uno cuenta que la conclusión se encuentra cercana; sin música de fondo, el aburrimiento de la tercia se contagia; lunares, espinillas, espaldas, bloqueadores y masturbación tienen sus planos secuencia indiscutiblemente. La experimentada María Reneé Prudencio a la cabeza en cuanto a interpretación, los jóvenes adhoc de lo que el director supongo marca, no me dan en absoluto indicios de actuaciones memorables.
Todo está dado para suponer que la excesiva confianza de madre e hijo tiene una ruptura momentánea, con la llegada de una tercera en discordia y no le permita a la madre asimilar que las relaciones cambian con el paso del tiempo, que los intereses por realizar muchas actividades juntos tienen su fecha de caducidad. Un guión que por momentos parece excesivo, mas si uno comienza a suponer cómo son las madres solteras con sus hijos, no es del todo descabellado que haya cierto gusto por criticarse el traje de baño o bien exprimir espinillas para matar el ocio.
Con con todo y argumento una vez más me pensaría una recomendación de Club Sándwich con sabor más rancio que a delicia dadas las condiciones con que relata su anecdota. Cine de autor más para la egoteca, que para el legado filmográfico en la mente del colectivo.