Para todo amante del cine de acción que se precie está la santísima trinidad a la que rezar (Willis / Sly / Schwarzenegger y en ese orden concreto) y luego unos cuantos que, de vez en cuando, se subían a esa primera división con alguna propuesta interesante. Hablamos, claro, de los Gibson, Seagal o, más concretamente el caso que nos ocupa, Van Damme.

El caso es que Jean-Claude siempre me pareció muy segundón, un tipo que intentaba coger el rebufo de los grandes a base de patadas imposibles, pero con el paso del tiempo y tras verle en ‘JCVD’ le redescubrí como un personaje al que tener cierta estima. Es más, recordé lo abandonada que tenía ‘Soldado Universal’ y lo mucho que me hacía disfrutar de pequeño.

La revisión de este clásico del cine de acción de principios de los 90 (machacado hasta la saciedad por la “crítica especializada”) me ha llevado a volver a apreciarla como se debía, como el entretenimiento palomitero que es, con esa gran rivalidad entre Jean-Claude Van Damme y Dolph Lundgren y recordar lo muchísimo que machaqué esta cinta en VHS.

Roland Emmerich, antes de perderse entre un millar de efectos especiales de los que no ha conseguido salir, demostró tener el pulso suficiente como para grabar una buena película de acción, estimulada a través de un argumento bastante atractivo en el que sus dos protagonistas principales podían moverse como peces en el agua y que no andaba escasa de explosiones, tiroteos y acción a mansalva. ¡Pero si hasta se gasta algún gag que ameniza la función!

Imposible no quererla. Desde luego, mi favorita de los músculos de Bruselas.

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