Lo que aquí nos ofrecen los hermanos Strause no es sino otra cinta más del montón de invasiones alienígenas con un entretenimiento tristemente minúsculo.

"Skyline" logra embaucar y distraer a duras penas gracias a que nos presenta un metraje reducido con un ritmo bien cohesionado (algo lento, pero nunca excesivamente pausado) y, sobre todo, gracias a la gradual aparición de unos efectos especiales absolutamente espectaculares y lucidos, con una factura imponente y una estética destelleante que resultan ser dignos de mención y que hipnotizan de la misma forma que lo hacen con los protagonistas (no por nada Hydralux, la empresa de FX de los Strause, ha estado detrás de alucinaciones y deslumbramientos visuales como "300" o "Avatar"). Lo cierto es que la azulona y luminosa invasión de estos aliens es preciosa y fascinante, las explosiones extraterrestres son impresionantes y los ataques resultan tan chulos como imponentes.

Pero la fosforescente belleza que ofrece a la vista "Skyline" es inversamente proporcional a la emoción y la tensión que nunca se llega a transmitir a nivel global en su trama. Y es que "Skyline" nos ofrece algo demasiado usual en el cine contemporáneo (algo visto, por ejemplo, en la saga "Transformers"): un producto muy bonito en la fachada pero sin un corazón que llegue a implicar con un aceptable interés; una cinta que presume de efectos pero que carece del resto de elementos que componen una buena película de ficción... y no un videoclip musical (si "Skyline" fuese un videoclip de Usher, merecería un sobresaliente). "Skyline" tiene mucho artificio pero detrás está la nada más absoluta. Puede pasarse que su argumento de persecuciones y gritos ya esté de lo más manido a estas alturas... pero es que estos productos cada vez nos los ofrecen con un tratamiento argumental más y más simplificado (con instantes de previsibilidad a cada segundo, con frases tontas y con una cimentación de esterotipados y superficiales personajes de lo más exigua). Para colmo los actores son grises y nulamente carismáticos, sus miradas no dicen nada (cuando el protagonista mira ensimismado a la nada no sé sabe si siente dolor o si está pensando adonde va a ir a comprarse una cerveza), recitan las frases con sosez y sin apenas convencimiento, y se pasean con desgana, desidia y sosiego total.

Con todo esto el interés decae inevitablemente y la tensión se reduce al mínimo. Y los Strause, si bien mejoran respecto a "AVP2", no tienen el talento suficiente como para maquillar las carencias del film. Y es que a "Skyline" le faltan muchas cosas primordiales para levantar una cinta de este tipo (ya sea un personaje con enjundia, un director con estilo propio, un argumento con cierta novedad y sorpresa... o más dramatismo y espíritu aventurero y explorador en su trama y actuaciones como en cualquier serie Tokusatsu) para que atrape con emoción y sorprenda e impacte de una manera palpitante. Pero "Skyline" cae en la rutina...