Parece mentira que una película de hace ¡cuarenta y seis años! pueda aparecer, a los ojos de un espectador del 2012, tan SORPRENDENTE, FRESCA y ROMPEDORA.

Ese desfile de personajes tan grotescos, que se diría cercanos a un Berlanga. Esa historia tan absurda y surrealista con un mensaje decididamente anti-burgués, que lo emparenta con Buñuel. Esas elaboradas fotografía y planificación (atención a la profundidad de campo) que acentúan los rasgos caricaturescos del conjunto. Y sobre todo ese toque de "rareza" tan... Polanski, que dota de una inconfundible personalidad a sus filmes.

El para mí desconocido Lionel Stander (el malhumorado ganster "de vía estrecha" protagonista) encarna sin ninguna duda el papel de su vida, con una genial creación que es el alma de la película. Pero no le andan a la zaga la brillantísima (y menos bella de lo habitual aquí, para fastidiar) Françoise Dorleac, musa mítica de toda una generación, o un insólito Donald Pleasance, devenido en memorable "loca" "malgré lui".

Mención aparte (y estelar) merecen otras inefables protagonistas de nuestra cinta: las omnipresentes GALLINAS...