Estoy escribiendo en caliente. Son las 2:00 de la noche y acabo de volver a sentir algo que no he sentido en muchas ocasiones. Ni si quiera en algunas. Digamos que en contadas. Estupefacción. He mudado la piel al acabar de verla. He salido de mi y luego he vuelto a entrar. Siento miedo, frío, asombro. Es un laberinto onírico dentro de cada uno. La ontología cobra un nuevo sentido, el existencialismo se lleva a niveles sin precedentes (o con muy pocos), el nihilismo surge aquí casi sin querer, como un virus. No tiene grandes giros argumentales ni los necesita. La película podría encajar como una novela del realismo mágico hispanoamericano del siglo pasado; Nolan, como los grandes autores del género (Márquez, Allende...) describe lo mismo una y otra vez, durante 2 horas y 20 minutos. En ocasiones se vuelve hasta pesado, complica la película más si cabe y confunde al espectador. Pero la idea es tan buena que es oro en sí misma; solo hacía falta contratar un buen elenco (digo bueno, y no notable ni sobresaliente), con Di Caprio como cabeza de cartel, pero con Gordon-Levitt como indiscutible líder en la interpretación, y a Hans Zimmer, que como el magnum del 44 no falla nunca. La película es prácticamente redonda, no deja a nadie indiferente y, para ser un 10, le sobran 20 minutos y le faltan unos buenos escuderos para la estrella (mantendría a Gordon-Levitt) y un actor que brille en el papel de Leonardo. (Podría ser el mismo Di Caprio en la actualidad, mucho más maduro y experimentado y sin nada que demostrar ni tampoco que perder). Nota: 9.3