Por su combinación de ciencia-ficción, acción, crítica de una sociedad futura a través de la sociedad actual, y su astuta combinación de juego, deporte y espectáculo cruel, la saga "Los juegos del hambre" llama la atención, y merece el interés del espectador. Ahora bien, como relato, dividido en cuatro películas, la trama se alarga muchísimo, la acción se hace más lenta o se detiene, y todo se repite, se hace reiterativo. Esto se evidencia sobre todo en la entrega de la que escribo aquí, que es la última, y, sin embargo, parece la más innecesaria, la más obvia. ¿Por qué contar la historia en cuatro películas, y no en una sola? Evidentemente, porque así se gana cuatro veces más dinero; y de eso se trata aquí, de ganar dinero a espuertas.

Para colmo, Francis Lawrence se copia a sí mismo descaradamente al presentarnos a unos mutantes de alcantarilla -y de pacotilla- que son muy parecidos a los mutantes de una película suya como "Soy leyenda" (I am Legend, 2007), y que protagonizan una parte del film realmente desconcertante, pues es como si de pronto estuviéramos viendo otra película, eso sí, ya vista mil veces por los aficionados al terror apocalíptico.